Respecto a la relación comercial con Estados Unidos, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, opera con una bitácora de vuelo que le ha permitido ir planeando sobre la marcha, en medio de las turbulencias que ha ocasionado la política comercial del presidente Donald Trump. Y aunque el destino final no está cerca, la ruta ha sido menos accidentada que lo previsto originalmente y busca llegar con algo de fortaleza a su destino final, que es la revisión del TMEC a mediados del 2026.
La analogía para explicar la ruta de Ebrard en las negociaciones con el gobierno de Estados Unidos no es muy diferente a lo que le ha tocado vivir con el retorno de Trump a la Casa Blanca: prácticamente cada 15 días, y en las últimas semanas cada siete, el secretario de Economía ha tenido que viajar a Washington DC a reunirse con su contraparte Howard Lutnick y con el actual Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), Jamieson Greer.
De entrada, Ebrard reconoce lo que aún muchos gobiernos se resisten a creer: que Donald Trump está dispuesto a pagar las consecuencias de forzar el viraje hacia un nuevo orden comercial; a un sistema de “desventajas comparativas”, es decir, de aranceles diferenciados aplicados por Estados Unidos a todos los países con los que tiene relaciones comerciales.
Si bien la agresiva política comercial de Trump va a trastocar todas la cadenas de producción del mundo, con sus consecuencias económicas y financieras, México y Canadá han recibido, por ahora, un mejor trato.
Según Ebrard, los objetivos principales de las negociaciones de México fueron salvaguardar el TMEC y la mayor parte de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, de las cuales ambas se lograron parcialmente: de los 14 tratados con 20 países que tiene el país que gobierna Trump, el único que tiene tasa cero para dos terceras partes de sus exportaciones es México.
Pero viene una turbulencia difícil de librar: la negociación de los aranceles a la industria de autopartes y, en general, a todo el sector, incluyendo el acero y el aluminio. Según me dijo este lunes el secretario de Economía, los próximos 40 días serán clave para revisar esas tarifas comerciales. El objetivo es que México logre un arancel menor que el del resto de los países que venden este tipo de productos a Estados Unidos y que eso le dé una ventaja competitiva, como ya la tiene en sectores como el textil, calzado y otros.
La próxima aduana es el 3 mayo, con los aranceles a las autopartes. Pero según una regla que impuso el exrepresentante comercial de EU, Bob Lighthizer, que data de noviembre de 2018, los impuestos al acero, el aluminio y la industria automotriz se argumentan por temas de seguridad, de manera que se fijó un plazo de consultas y negociaciones que no exceda los 60 días, y en estos 40 días que quedan, México buscará un nuevo acuerdo.
México busca que el llamado “sistema de descuento” para excluir los componentes fabricados en EU aplique prácticamente a todos los productos que envía nuestro país a Estados Unidos y que no haya un trato discriminatorio para las autopartes mexicanas.
La expectativa también es que la renovación o renegociación del TMEC sea, como está estipulado en el acuerdo, a mediados del 2026, debido a que el equipo de Trump ahora está ocupado negociando asuntos comerciales con 135 países. “Mi pronóstico es que lo trataremos como algo prioritario a partir del verano del próximo año”, me dijo este lunes Ebrard en entrevista para Noticias de la Mañana del Heraldo TV.
Déficit comercial, lo que Donald Trump y muchos ven como una señal de decadencia es, en realidad, una señal de una de las mayores fortalezas económicas de Estados Unidos. Eso que suena a problema —importar más de lo que se exporta— tiene una contraparte igual -- leer más