Los canales de parto más amplios se relacionan con una marcha más lenta, menos dolor lumbar y un mayor riesgo de osteoartritis de cadera; en cambio, los más estrechos implican un menor riesgo de disfunciones del suelo pélvico, aunque aumentan la probabilidad de partos obstruidos.
Estas conclusiones provienen de un amplio estudio que combinó análisis genéticos y herramientas de inteligencia artificial, utilizando datos de más de 31,000 personas, y que identificó vínculos genéticos entre la forma pélvica, el movimiento y los resultados del parto.
Publicado en Science, el estudio ofrece nuevas pistas sobre cómo los humanos hemos evolucionado para equilibrar el caminar erguidos y el dar a luz. La adopción del bipedalismo en nuestros ancestros provocó un cambio en la forma de la pelvis, que se volvió más corta y ancha, lo cual ayudó a caminar de forma eficiente, pero complicó el parto debido al estrechamiento del canal por donde debe pasar el bebé con un cerebro grande, fenómeno conocido como “el dilema obstétrico”.
Una teoría sugiere que este conflicto evolutivo se resolvió dando a luz a bebés menos desarrollados, lo que facilitaría el parto. Sin embargo, esta idea ha sido cuestionada, ya que la duración del embarazo y el tamaño del recién nacido en humanos es comparable al de otros primates de tamaño similar. Aunque estudios previos han explorado el desarrollo de la pelvis desde una perspectiva genética y comparativa con otros simios, la base genética específica en humanos aún no se comprendía del todo.
Para profundizar en este tema, el equipo liderado por Liaoyi Xu utilizó imágenes corporales de absorciometría de rayos X (DXA) y datos genéticos de más de 42,000 personas del Biobanco del Reino Unido. Mediante técnicas de aprendizaje profundo aplicadas a casi 40,000 imágenes de alta calidad, los investigadores extrajeron siete mediciones clave de la pelvis y realizaron análisis genéticos para identificar regiones del genoma relacionadas con variaciones en la forma pélvica.
En total, identificaron 180 loci genéticos independientes vinculados a la morfología de la pelvis, encontrando además diferencias genéticas entre hombres y mujeres, así como asimetrías estructurales asociadas a la lateralidad.
También observaron que un canal de parto más amplio está relacionado genéticamente con una marcha más lenta, mayor riesgo de afecciones del suelo pélvico y menor probabilidad de parto obstruido, mientras que un canal más estrecho implica lo contrario.
Por otro lado, el estudio no encontró evidencia que apoye la idea de que una gestación más corta haya evolucionado para facilitar el parto. No obstante, sí hallaron vínculos genéticos entre la forma pélvica y el tamaño del cráneo del bebé, lo que podría ser una adaptación evolutiva al desafío de dar a luz a recién nacidos con cerebros grandes.
Nicole Grunstra, antropóloga evolutiva de la Universidad de Viena, destaca que los hallazgos revelan que la evolución de la pelvis humana está influenciada por factores más allá del parto y la locomoción. También señala que este estudio aporta pruebas de que otras dimensiones del canal de parto, como su profundidad, pueden estar sujetas a presiones evolutivas.
Además, resalta la fuerte asociación encontrada entre canales de parto más anchos y un mayor riesgo de prolapso del suelo pélvico, lo cual refuerza la llamada “hipótesis del suelo pélvico”, que plantea que una pelvis más estrecha podría haberse favorecido evolutivamente para proteger la integridad de esta zona en los humanos, especialmente por nuestra postura erguida.
Por último, Grunstra añade que, si bien investigaciones anteriores se centraban sobre todo en el ancho de la pelvis, este estudio también muestra la relevancia de la profundidad anteroposterior del canal del parto, ya que influye tanto en la manera de caminar como en el dolor de espalda. Esto podría estar relacionado con la forma de la columna vertebral bípeda humana y abrir una nueva línea de investigación sobre nuestra evolución.