El Instituto Nacional de Perinatología (INPer) “Isidro Espinosa de los Reyes” indica que las mujeres embarazadas que tienen trabajos de parto prolongados; aquellos que exceden las cuatro horas, pueden desencadenar una grave complicación conocida como fístula obstétrica. Este problema de salud puede tener consecuencias devastadoras para la calidad de vida de las mujeres, tanto física como psicológicamente.
La fístula obstétrica es una conexión anómala entre dos órganos internos que no deberían estar comunicados. Estas conexiones pueden formarse entre la vagina y la vejiga, el útero y la vejiga, o la vagina y el recto. Este tipo de lesión provoca la filtración de orina o heces en áreas donde no debería ocurrir, como la vagina, lo cual puede llevar a incontinencia urinaria o fecal y, consecuentemente, a una marcada disminución en la calidad de vida de las afectadas.
La fístula obstétrica generalmente ocurre cuando, durante un trabajo de parto prolongado, el feto no logra pasar a través del canal de parto. La cabeza del bebé puede comprimir la vejiga o el recto contra el pubis o el hueso sacro, impidiendo el flujo sanguíneo adecuado a estos tejidos. Esta presión prolongada y la falta de irrigación sanguínea pueden llevar a la necrosis del tejido, resultando en la formación de una fístula.
El tratamiento de la fístula obstétrica varía según su tamaño y el tiempo transcurrido desde su aparición. Las fístulas pequeñas y recién formadas pueden tratarse con una sonda uretral, la cual ayuda a cerrar la conexión en un período que varía entre tres semanas y dos meses. Sin embargo, en casos donde el tejido no se recupera adecuadamente, se requiere intervención quirúrgica y un seguimiento médico riguroso durante al menos tres meses.
Además del tratamiento directo de la fístula, es vital garantizar que la paciente reciba una nutrición adecuada, especialmente rica en proteínas, y que esté libre de infecciones y problemas como la anemia.
