Decenas de teléfonos listos para grabar un momento que el público, entre ellos muchos de sus compañeros clavadistas, anticipaba sublime.
Era el Campeonato Mundial de Fukuoka y el clavadista mexicano Randal Willars estaba por tirar el clavado de mayor grado de dificultad de toda la competencia. Un cuatro y media vueltas al frente en posición B con valor de 4.1 grados. Ya en la plataforma de 10 metros. A punto de aventarse al vacío, Randal echó un breve vistazo a la tribuna y la imagen que vio lo dejó congelado. Decenas de teléfonos listos para grabar un momento que el público, entre ellos muchos de sus compañeros clavadistas, anticipaba sublime.
“Toda la gente tenía el celular afuera, las cámaras, todos los clavadistas, y sin duda ya no lo vuelvo a hacer porque sí se siente la expectativa. Todo mundo espera ver el gran clavado y ver que lo hagas bien. Pero yo sí confío en que lo puedo hacer bien y que va a ser el clavado decisivo”, explica el clavadista, en entrevista con ESTO.
Era la primera vez que el mexicano lo presentaba en una competencia. Un as bajo la manga capaz de potenciarlo a los primeros lugares. Pero también un arma de doble filo por el riesgo que representa el fallarlo. A poco más de seis meses de aquella presentación el clavado con el que cierra las rondas continúa siendo su carta de presentación de cara a los Juegos Olímpicos. El ritmo vertiginoso con el que gira antes de buscar la vertical no deja de sorprender. Como un salto único al que Randal se aferra en busca de la medalla.
