¿Por qué sentimos que el tiempo vuela al hacernos adultos?

La percepción del tiempo cambia drásticamente entre la infancia y la adultez, un fenómeno que no solo tiene raíces neurobiológicas, sino también emocionales, culturales y experienciales.

Este cambio en cómo experimentamos el tiempo puede parecer inevitable, pero entender sus causas nos permite tomar medidas para vivir más plenamente.

El cerebro y la percepción del tiempo

Contrario a la idea de un «reloj interno», nuestro cerebro utiliza una red de áreas especializadas para procesar la temporalidad:

Cerebelo: Calcula intervalos cortos y coordina movimientos.
Ganglios basales: Manejan duraciones más largas con apoyo del sistema dopaminérgico.
Corteza prefrontal: Organiza eventos en periodos extensos.
Hipocampo: Vincula eventos y recuerdos, situándolos en una línea temporal coherente.

Además, la dopamina, un neurotransmisor clave, influye en cómo percibimos el tiempo:

Altos niveles (emociones intensas o momentos emocionantes): El tiempo parece pasar más rápido.
Bajos niveles (como en la depresión): Ralentizan nuestra percepción temporal.

Cambios en la percepción del tiempo con la edad

Proporcionalidad temporal: Para un niño, un año representa una gran parte de su vida; para un adulto, esa proporción es mucho menor, lo que hace que los años parezcan más breves.
Rutina y monotonía: La infancia está llena de estímulos y experiencias nuevas que expanden nuestra percepción temporal. En la adultez, la repetición y las responsabilidades reducen la novedad, acelerando la sensación del paso del tiempo.

Factores emocionales y culturales

Emociones:
- Ansiedad o estrés: Pueden alterar la percepción del tiempo, acelerándolo o ralentizándolo según el contexto.
- Depresión: Disminuye la percepción temporal debido a la falta de eventos significativos y la baja dopamina.
- Estados de flujo o meditación: Generan una sensación de atemporalidad al desconectar la actividad de la corteza prefrontal.
Cultura:
- Sociedades con enfoques relajados hacia el tiempo lo perciben como más flexible.
- Contextos de alta presión laboral o social tienden a hacer que el tiempo se sienta más limitado y angustiante.

Estrategias para «alargar» la percepción del tiempo

Aunque no podemos detener el tiempo, sí podemos modificar cómo lo experimentamos:

Incorporar novedades: Actividades significativas, como aprender algo nuevo o viajar, enriquecen los recuerdos y «alargan» el tiempo.
Practicar atención plena: Enfocarse en el presente evita que los días pasen desapercibidos.
Reducir el multitasking: Concentrarse en una tarea a la vez mejora nuestra conexión con el tiempo.
Establecer rituales significativos: Rutinas como cenas familiares o actividades recurrentes ayudan a anclar nuestra percepción en el presente.

Reflexión: valorar el tiempo en las fiestas de fin de año

El cierre de año es un momento ideal para reflexionar sobre nuestra relación con el tiempo. Al comprender que nuestra percepción no es fija, sino influida por múltiples factores, podemos tomar decisiones conscientes para vivir de manera más plena.

El tiempo no solo es un recurso valioso, sino también maleable en cómo lo vivimos y recordamos.