Un estudio reciente ha demostrado que es posible identificar la edad de una persona solo por su olor corporal, sin necesidad de utilizar perfume. La investigación revela que el aroma de cada persona cambia a lo largo de su vida, y estos cambios no solo tienen una base biológica, sino que también tienen un rol importante en la selección social y evolutiva.
Durante la infancia, el olor es suave, debido a la baja actividad de las glándulas sudoríparas y un microbioma cutáneo más simple. Los padres pueden reconocer y preferir el olor de sus propios hijos a los de otros niños, lo que fortalece el vínculo afectivo.
En la adolescencia, la producción de hormonas sexuales activa las glándulas sudoríparas y sebáceas, lo que genera un olor característico de esa etapa, conocido como el "olor a humanidad". Este aroma se debe a la descomposición de grasas y otras sustancias producidas por las glándulas en contacto con las bacterias de la piel.
En la edad adulta, el olor corporal sigue presente, pero en menor intensidad. Factores como la dieta, el estrés y las hormonas siguen influyendo en este aroma. Sin embargo, con el envejecimiento, la piel pierde colágeno, lo que reduce la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas. Esto provoca una mayor oxidación de ciertos compuestos, dando lugar al olor característico de las personas mayores, conocido como "kareishu" en Japón. Este olor es causado por la presencia de un compuesto llamado 2-nonenal, que tiene un aroma a grasa o hierba.
Por lo tanto, a lo largo de la vida, nuestro olor cambia y refleja distintos momentos de nuestro desarrollo. Aunque este tipo de identificación pueda parecer complicado, el sentido del olfato tiene un papel importante en la percepción de estos cambios.