Mujeres romanas ya protestaban en el siglo II antes de Cristo para defender sus intereses
El Universal / El Tiempo MonclovaEn el país se debatía la idoneidad de mantener una ley que prohibía a las mujeres lucir joyas de oro a partir de media onza de peso, llevar ropa de color púrpura
La derogación de una ley en la antigua Roma fue el detonante para que las mujeres, del campo y la ciudad, se organizaran en el siglo II antes de Cristo para defender sus intereses, reivindicaron en espacios públicos y llegaron a presionar, con escraches, a los tribunos para que votaran a su favor.
Los hechos se remontan al año 195 a.C., cuando en Roma se debía votar si derogar o mantener la ‘lex Oppia’, aprobada veinte años antes para evitar el gasto en lujos innecesarios y la exteriorización de la riqueza en plena guerra de Roma contra los cartagineses, como recuerda en una entrevista, la doctora en Derecho y profesora de Derecho Romano en la Universidad de Castilla-La Mancha, Alicia Valmaña, con motivo del Día de la Mujer.
En esos días del año 195 a.C., hacía ya seis años que la guerra había finalizado y por eso, se debatía la idoneidad de mantener la ley en cuestión que, en concreto, prohibía a las mujeres lucir joyas de oro a partir de media onza de peso, llevar ropa de color púrpura —que es el color asociado al poder— y pasear en carroza por Roma, salvo para acudir a ceremonias religiosas.
Valmaña apunta que en esas fechas ya se habían derogado todas las demás normas aprobadas con motivo de la segunda guerra púnica, y solo quedaba la ley que afectaba a las mujeres, que no tenían “ni sufragio activo ni sufragio pasivo, pero intentaron buscar el modo de ejercer una presión indirecta”.
Por eso, cuando llegó la hora de debatir su derogación, las mujeres —de clase alta— se organizaron y salieron a las calles para presionar a los tribunos que debían votar, para que el sentido de su voto fuera favorable a sus intereses.
Valmaña destaca que estas mujeres, organizadas y llegadas también desde el campo —lo que supone una capacidad de convocatoria y de organización que hasta ese momento se había reservado para ritos religiosos—, tomaron por primera vez el espacio público, salieron a las calles y ocuparon lo que “habitualmente era un espacio de hombres” para exigir que se atendieran sus reivindicaciones.
Todos estos acontecimientos fueron recogidos por Tito Livio, que relata que las mujeres “toman las calles, que están apostadas en las esquinas, que acechan a cualquier ciudadano para poder intentar convencerle”.