¡Las vacas que salvaron a los niños!

¡Las vacas que salvaron a los niños!
Néstor Jiménez / El Tiempo de Monclova

La aventura médica más grande de todos los tiempos. Una brigada de vacunación masiva en el siglo XIX.

En 1794, el Rey Carlos IV de España lloraba destrozado la muerte de su hija María Teresa, quien fue contagiada por la entonces mortal enfermedad de la viruela que cobraba la vida de miles de niños.
Apenas tenía dos años y era la doceava de 14 hijos que tuvo con la reina María Luisa de Borbón, que al igual que su marido, impotente, era testigo de cómo esa dolencia seguía asesinando a más y más personas.

Dos años después, en 1796, el médico Inglés Edwar Jenner, descubrió una variante de este asesino global en las vacas y que las personas que las ordeñaban desarrollaban una especie de inmunidad.
El inmortal científico  tomó una muestra de “viruela vacuna” desarrollando a partir de diversas pruebas un suero que podría cambiar el rumbo de la historia y tuvo que aplicarlo en una persona para saber su efectividad.

Ese año, el infame mal arreció y el primero en ser inoculado fue el pequeño James Phipps de 8 años, quien tras recibir el fluido vacuno no murió, otros infantes también progresaron de inmediato. Jenner publicó sus estudios en 1798 acerca del combate a la enfermedad, pasando a la historia como el inventor de la primera vacuna, procedimiento que debe su nombre a partir del fluido obtenido de las vacas.
Para el año de 1800, el medicamento llegó a España y a todo el viejo continente salvando millones de vidas; La medicina tenía una nueva página de oro y el mundo un  héroe cuyo trabajo fue castellanizado por el doctor y cirujano de la corte de Carlos IV, Francisco Javier de Balmis y Berenguer.

En 1803 y sin superar aún el deceso de María Teresa, el monarca español mandó llamar al Doctor Balmis a quien le externó su preocupación por erradicar completamente de su imperio al diminuto y silencioso asesino.
Balmis consiguió que el rey extendiera impresionantes fondos para adquirir una inmensa cantidad de vacunas para salvar a millones de niños a lo largo y ancho del reino.
Sin embargo, el trayecto a la Nueva España iba a ser largo y la historia consigna que 22 niños, pertenecientes al orfanato de La Coruña, llevaban la vacuna en su cuerpo y así, la idea de Balmis surtió efecto, pues se logró mantener pasando el fluido de uno a otro hasta culminar con el viaje. 
Los huérfanos eran acompañados por la Directora del hospicio, Isabel López de Gandalia.
El médico llevaba 2 mil copias del tratado de Louis Jaques Moreau y explicación acerca de la inoculación de la vacuna de la viruela para dárselas a los galenos del nuevo mundo y que ellos mismos, al dotárseles del fluido, la aplicaran correctamente. Era un gran salto para la medicina en el siglo XIX.
Fue así que hace 216 años, un  30 de noviembre de 1803, el gran barco “María Pita” zarpó del puerto de La Coruña, al mando del doctor Balmis y su segundo, José Salvany y Lleopart, con rumbo al continente americano.

Ambos doctores pasarían a la historia al igual que el rey por llevar a cabo la más grande aventura médica que tenía el único fin de salvar millones de vidas, un acto de humanidad sin precedentes que llegó a todos los confines del planeta en 11 años.

¡La vacuna llega a Monclova! Eran los tiempos del Virrey José Iturrigaray Aristegui y por todos lados se escuchaba  hablar de la milagrosa cura, de boca en boca comenzaron a surgir mitos: que era obra del diablo, que la gente se convertiría en vaca al recibir el extracto de este animal y si en verdad sanaba, entonces…¿se trataba de un milagro?
Debido a ello, el 1º de junio de 1804  la Población de Monclova, por medio del gobernador Don Antonio Cordero y Bustamante, pidió informes sobre los beneficios logrados con la inoculación del fluido y al día siguiente se llevaron a cabo los medios necesarios para “procurar la vacuna en el vecindario de Saltillo”. Para el 27 de agosto, el Brigadier don Nemesio Salcedo ordenó que se implementara una botica en el Hospital Militar, similar a la que se creó en Chihuahua, lo que se inició a la brevedad posible.
Fue hasta el 16 de noviembre cuando debidamente se escogieron a varios ciudadanos para que fueran llevados al Hospital Real (Que se ubicaba en la calle Aldama de la zona centro de Monclova y aún se conserva el arco), siendo destinado a esta misión don José Antonio Caballero por orden del Virrey. El objetivo era inocularlos con la vacuna y mantenerla viva, al igual que se hizo con los huérfanos, y de ellos estar extrayendo el fluido y darlo a la población.
Además, en la misma misiva, la real orden decretaba un aumento de otra sala en el hospital para llevar a cabo vacunación, pues era tanta la demanda entre la población que se saturaba el recinto.
Eran tiempos de cambio, épocas políticas en las cuales se informaba a don José Antonio Caballero el 31 de diciembre, que los nombramientos de los nuevos alcaldes ordinarios de Monclova habían llegado:  De primer voto don Juan Ignacio de Arizpe y de segundo voto a don José Manuel de la Garza.  El éxito de la vacuna fue palpable e inmediato, pues igual se aplicó a criollos, mestizos e indios, se llegó a los confines de la capital de Coahuila y Texas como lo dice textualmente un documento fechado el 24 de enero de 1805: “Se comunica a la justicia y Subdelegados de  la  provincia el logro en propagar el fluido vacuno para bien de la humanidad en todo el continente, comenzándose a experimentar en la capital provincial el éxito de la vacuna, por lo que se recomienda extender el beneficio, el cual preservará a los mortales de cualquier accidente”.

Región Centro inmunizada. El 6 de diciembre de 1805, el gobernador Don Antonio Cordero, pidió que el doctor don José Ignacio Munive, cirujano de la compañía, llevara uno o dos cristales llenos de la medicina y uno de ellos lo destinara a San Buenaventura. Además, se giró expresa orden para que comenzara a trabajar en la fabricación, de acuerdo al tratado de Moureau, más tratamiento para llevarlas a las villas de Parras, Candela y Saltillo que aún necesitaban.
La impaciencia del gobernador se hizo presente, pues no se le enviaba a esas poblaciones el fluido por lo que nueve días después, el 14 de diciembre, el médico informó por medio de una carta urgente que “Se han vacunado todos los niños, por lo que el frasco del fluido que le quedó lo destinara a los habitantes de la Villa de San Buenaventura”.
En 48 horas el Alcalde de Monclova, Juan Ignacio de Arizpe,  comunicó al teniente de Justicia de San Buena  que el doctor Munive vacunaría a la población y de ahí se pasaría a Nadadores explicándoles que necesitaban inocular a los niños evitando con ello viruela y sarampión.

1806: Vacunados a la fuerza. El 30 de abril finalmente el gobernador recibió los cristales ordenando al cirujano que se instruyera a dos mozos para que ayudaran a inocular a las personas en sus pueblos y ranchos. Sin embargo, se avecinaba un problema: la ignorancia que existía por el temor a lo desconocido obstruyó en parte la propagación del medicamento. El gobierno de Cordero y Bustamante, por todos los medios, insistían a los habitantes el inyectarse para no enfermar y, en caso de estarlo, sanar de inmediato. Pero el 2 de mayo de 1806, ordenó tajantemente: "De ser necesario que se obligue a los moradores a inyectarse y no se resistan a la inoculación”. Era tanta la urgencia de propagar ese bien que se mandaron partidas de soldados a Parras y Candela para que todo se llevara al pie de la letra.
El 12 de mayo se pidió una nueva remesa, pero el día 17, se volvió a recrudecer la brigada porque todavía existía gente que se negaba a “El Piquete”. El día último, se enviaron fluidos vivientes a Nueva Bilbao.
El 26 de Junio José Ignacio Munive pidió su transferencia a otro lugar y al día siguiente fue remplazado por el Cirujano don Jaime Garza; Desde Cuatro Ciénegas hasta Texas el territorio coahuilense quedó inmunizado en contra de la terrible enfermedad introducida en América por parte de los Europeos y esclavos africanos.

La más grande expedición sanitaria de todos los tiempos. Francisco Javier Balmis partió del puerto de Acapulco el 8 de febrero de 1806 a bordo del Barco “Magallanes” en su retorno, inoculó incluso hasta China sin saber que junto a sus colaboradores y su majestad Carlos IV pasarían a la historia. 
Hasta la fecha se considera una monumental obra de filantropía, el rey no escatimó en recursos, su pérdida le dolió tanto que no quiso que ninguna madre, ningún padre, sufriera el destino que tuvo su pequeña.
Pero quizá el homenaje más merecido a este gesto de humanidad fueron las palabras del propio inventor de la primera Vacuna. 
Jenner no se equivocó al exclamar: “No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que éste”.

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