El personal médico al límite por las víctimas en masa en Gaza
Javid Abdelmoneim, responsable del equipo médico de MSF, nos da su testimonio
REDACCIÓN / EL TIEMPOLos incesantes bombardeos y ataques aéreos de las fuerzas israelíes continúan matando a cientos de personas en Gaza, mientras el personal médico en los hospitales está al límite intentando atender a los heridos graves. Solo en julio, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) han respondido a múltiples incidentes con víctimas masivas en el hospital Nasser, en el sur de Gaza.
Javid Abdelmoneim, responsable del equipo médico de MSF, describe un día en la vida en el último hospital que queda en el sur de Gaza.
“Durante estos incidentes con víctimas masivas, te encuentras [en el departamento de urgencias] en un charco de sangre, en medio de una multitud de personas. La sala es ruidosa y realmente se puede oler la sangre por todas partes. Una multitud de personas intenta llegar al servicio de urgencias, mientras los guardias de seguridad hacen todo lo posible para mantener alejados a sus familiares y seres queridos, para no saturar el hospital.
En el hospital Nasser, brindamos atención quirúrgica, de traumatología y de quemaduras a los pacientes. El sábado 13 de julio recibimos cientos de personas heridas, así como personas que habían muerto a causa de un ataque israelí. El ataque alcanzó una zona donde las fuerzas israelíes habían aconsejado repetidamente a la población desplazada que se dirigiera. Comprendimos que algo malo había ocurrido por las enormes explosiones que se produjeron muy cerca del hospital. Casi inmediatamente después escuchamos las ambulancias.
Pronto se desató el caos en el hospital. Nuestro equipo corrió al servicio de urgencias. Una paciente, de tres años, resultó herida. Sus padres estaban junto a ella, preocupados, porque me miraba directamente. Respira y me mira, así que debe de estar bien, pensé. Pero mientras le quitaba la venda, me di cuenta de que todo su muslo izquierdo estaba pelado hasta el hueso. Me dirigí a la siguiente paciente; una mujer cubierta de polvo. Cuando me acerqué a ella, traté de sonreír y hablar con ella. Respiraba con normalidad, tenía los ojos abiertos, no podía ver sangre por ninguna parte. Pero cuando le quité el vendaje, salió un gran trozo de intestino.
¿Cómo es posible que me esté mirando?
Segundos después, las puertas se abrieron de golpe. Llegaron entre cuatro y cinco personas heridas, algunas de ellas socorristas. Entre ellos había un joven que no respiraba, así que intentamos reanimarlo, pero la enfermera nos miró y preguntó:
– “¿Por qué le atendemos si no puede respirar? Tenemos que salvar otras vidas”.
Nadie tuvo el valor de llamarlo y pasar al siguiente. Era hijo de alguien. Pero teníamos que pasar al siguiente, y luego al siguiente, y así continuamos durante otras cuatro horas y media.
En la sala de urgencias había sangre por todas partes y yo tenía que arrodillarme para ver a los pacientes en el suelo. Los pacientes estaban tirados por todas partes porque no quedaban camas. Podía sentir mis rodillas mojadas por la sangre. Al mismo tiempo, seguían llegando más pacientes.
He trabajado con víctimas masivas en todo el mundo y el olor a sangre es el mismo dondequiera que estés. Pero aquí en Gaza el horror se siente de verdad. En medio de nuestro trabajo, vimos a nuestro colega, un anestesista de MSF, en la sala de urgencias. Le pregunté qué hacía allí y por qué no estaba en el quirófano.
Acabo de enterarme de que mi casa ha sido destruida y que mi hija y mi sobrino están aquí en alguna parte.
Más tarde supimos que su sobrino fue asesinado. Todos nuestros colegas están directamente afectados por la violencia y el desplazamiento. No tienen tiempo para procesarlo. Cuatro días después, nos enfrentamos a otro incidente con víctimas masivas en el hospital. Parece no acabar nunca.
Nuestro personal médico palestino todavía está aquí, tratando de detener la hemorragia de los pacientes, arreglarles los brazos rotos y brindarles atención quirúrgica, pero seguimos perdiendo pacientes. Llevan nueve meses viviendo esto, trabajando mientras escuchan noticias sobre el asesinato de sus seres queridos. Agotados y traumatizados es poco para describir la pérdida que siguen sufriendo.
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