El clima caluroso puede tener un impacto más allá de la incomodidad: una nueva investigación sugiere que podría influir en el desarrollo de los bebés antes y después del nacimiento.
Los investigadores encontraron que las madres que experimentan un mayor estrés por calor durante el primer trimestre del embarazo tienen más probabilidades de dar a luz a bebés con bajo peso.
Asimismo, los resultados mostraron que los bebés en desarrollo expuestos con frecuencia a temperaturas elevadas podrían sufrir retrasos en su crecimiento. A la edad de 1 año, los bebés que estuvieron expuestos regularmente a temperaturas de 86 grados Fahrenheit tendían a pesar menos en relación con su estatura y edad, en comparación con aquellos expuestos a temperaturas promedio de 77 grados.
"Estos hallazgos refuerzan la evidencia previa que indica que el primer trimestre es un período particularmente vulnerable a la exposición al calor, y debemos considerar qué factores podrían estar influyendo en esta relación", explicó la Dra. Ana Bonell, profesora asistente de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Bonell añadió que el estrés por calor podría afectar el apetito, la ingesta y la disponibilidad de alimentos. Además, los investigadores están evaluando si el calor podría tener efectos directos en las vías celulares e inflamatorias, considerando que las madres embarazadas y los bebés ya tienen una capacidad reducida para regular su temperatura corporal.
El estudio analizó datos de 668 madres y sus bebés en Gambia, África Occidental, entre enero de 2010 y febrero de 2015. Durante el estudio, las temperaturas promedio rondaron los 86 grados Fahrenheit, con un máximo de 114 grados y un mínimo de 84 grados.
El estudio fue publicado el 8 de octubre en The Lancet Planetary Health.
Bonell subrayó la importancia de identificar las poblaciones más afectadas por el estrés por calor y dónde se observa un retraso en el crecimiento, con el objetivo de implementar medidas de salud pública efectivas. Dado el aumento global de la desnutrición infantil y el calentamiento climático, estos hallazgos deberían motivar acciones para mejorar la salud infantil.