Su última función tuvo lugar en 2021, poniendo fin a más de cinco décadas de historia cinematográfica.
Una demolición ha causado nostalgia entre los habitantes de la ciudad: El emblemático Cine Diana, con sus 57 años, y cien que aún le quedaban por delante, ha sido derribado para dar paso a nuevos proyectos urbanísticos.
Jacobo Guzmán, encargado de la demolición, afirmó que la estructura del cine fue construida con una solidez excepcional, haciendo hincapié en la calidad del concreto utilizado y el generoso uso de cemento en su edificación.
La constructora encargada de llevar a cabo la demolición, Impulso Industrial, se ha encontrado con muros, pisos y marquesinas que evidencian la robustez de la construcción.
"Simplemente, mira el grosor de la dala, es de por lo menos 30 centímetros; además, fue una cantidad exagerada de cemento la que usaron en construir esto", explicó Guzmán durante los trabajos de demolición.
A pesar de la resistencia mostrada por el edificio, Guzmán señaló que el muro frontal tuvo que ser derribado manualmente para evitar posibles colapsos. No obstante, resaltó que las dalas proporcionaban un soporte excepcional a la estructura.
"Desde los cimientos, el cine Diana deja como muestra una solidez impresionante; aún le faltaban 100 años más de vida a ese edificio era cemento del bueno", afirmó el experto.
El Cine Diana, inaugurado por José y Salomón Jamín, el 15 de septiembre de 1966, se convirtió en un referente cultural y arquitectónico en la ciudad. Sin embargo, su última función tuvo lugar en 2021, poniendo fin a más de cinco décadas de historia cinematográfica. Los propietarios tomaron la decisión de demoler el icónico edificio ya que respondía a sus intereses particulares y al deseo de dar un nuevo rumbo al terreno.
Aunque la demolición del Cine Diana deja un vacío en la memoria colectiva de la ciudad, también marca el inicio de un nuevo capítulo en su desarrollo urbano. La desaparición de este recinto cinematográfico, donde las últimas funciones se remontan a 2001 con la película "Animal" de Rob Schneider, representa el cierre de un ciclo cultural y el surgimiento de nuevas oportunidades en el panorama arquitectónico local.
