El proxeneta asesino de buen corazón que encarnaba Miguel Ángel Silvestre en Sky rojo, el amigo treintañero enamorado de la hija adolescente de su superior que hizo saltar a la fama a Hugo Silva en Los hombres de Paco, el atracador que viola a una rehén pero todos recordamos con cariño por su carisma y brillantez de Pedro Alonso en La casa de papel...

Los personajes masculinos problemáticos no son algo ajeno a las series más exitosas de Álex Pina. Para bien o para mal, de hecho, quizás se han acabado convirtiendo en lo más destacado y memorable de la obra del creador televisivo más exitoso de nuestro país.

Es algo comprensible, al fin y al cabo el interés de estas ficciones es presentar el bien contra el mal y luego confundirlos. Alicia Sierra es una policía y una mujer embarazada, pero nos hacen odiarla por usar al bebé de Nairobi para matarla a traición. Berlín abusa de una asustada rehén sexualmente pero también se sacrifica de manera heroica por el bien del grupo. Aunque, eso sí, hemos de recordar que tenía una enfermedad terminal así que su sacrificio no fue tal.

Pero Berlín, el spin-off de La casa de papel, nos sitúa a este personaje como protagonista y, como tal, hay que quererlo más que como secundario. Tiene que ser, por así decirlo, más bueno, más empático y/o admirable. La casa de papel siempre ha sido una serie que ha puesto a sus criminales protagonistas como héroes, forzándonos a olvidar sus actos criminales. Los policías o incluso los rehenes acaban pareciéndonos peores personas que los encapuchados que los apuntan con una metralleta. Esas son las reglas del juego. Pero Berlín, que era "el malo entre los buenos" de la primera temporada ha ido, especialmente desde el desembarco de la serie de Netflix, sufriendo un blanqueamiento demasiado colosal.

Se puede decir que esto empezó ya en las tres temporadas extra de Netflix, dónde el personaje volvía a base de flashbacks. Allí conocimos a otra de sus bandas, y también a su última mujer. Una jovencita encarnada por Diana Gómez que le acabó rompiendo el corazón, dejándole por su hijo, interpretado por Patrick Criado. El que habíamos conocido como violador, abusando de su poder con una rehén, ahora se nos presentaba como un hombre roto al que su último amor le había dejado nada menos que por su hijo. De salir con una chica a la que dobla la edad ya no hablamos...

Ese camino sigue en Berlín, ficción dónde damos todavía más marcha atrás en la historia de un personaje que, eso sí, entendemos que se fue haciendo cada vez más oscuro con el paso de los años. Pero lo cierto es que la actitud del personaje de Pedro Alonso en Berlín no es muy distinta a la del protagonista de You. Berlín no solo se enamora de una mujer a la que engaña y manipula, no solo conquista como quién roba una caja fuerte con mentiras como arma, es que le quiere robar la mujer al mismo hombre al que le va robar las joyas. Es una mujer a la que espía por medio de cámaras y micrófonos mientras baila en ropa interior en la intimidad de su hogar. El desarrollo de la historia de amor entre Camille y Berlín se nos muestra, sin embargo, romántico, parisino, pasional, torrencial... Como si quisieran hacernos creer, y por un momento nos lo creemos, que estamos viendo una gran historia de amor cuando solo es un desfile de banderas rojas.

Berlín es puro carisma, y su idea extrema de la vida en cuanto al amor y al dinero tienen atractivos de sobra para protagonizar una serie, pero que no nos hagan pensar que es, simplemente, un romántico empedernido. Algo que han intentado de manera descarada, viendo como acaba su relación con Camille en al final de esta primera temporada de La casa de papel: Berlín. Esperemos que en la probable temporada 2 de La casa de papel: Berlín se vaya arrastrando al personaje, sin excusas, a ese pozo tóxico (que no romántico) en el que lo conocimos.