América Latina, riesgo de gobernanza criminal
AGENCIAS / EL TIEMPOUna realidad de criminalidad imparable continuará carcomiendo a América Latina y el Caribe en 2024, con Estados Unidos más concentrado en las contiendas partidistas rumbo a sus comicios presidenciales de noviembre próximo que en las convulsiones de su vecindario al sur del río Bravo.
La pauta regional será dictada por la prolongación sin fin de una crisis de muerte, violencia e inseguridad por el avance de las sangrientas redes mafiosas sin fronteras que mezclaron narcotráfico, contrabando de armas, migración irregular y otras temibles prácticas.
Con el crimen organizado americano y europeo decidido a seguirse empoderando en los países latinoamericanos y caribeños, sin visos reales de que se le podrá derrotar, la zona deberá esperar hasta final de año para conocer el desenlace electoral en Estados Unidos. El resultado será esencial para el futuro del área, que estará en la mayor parte de 2024 con el dilema de si en la Unión Americana el demócrata Joe Biden se reelegirá o si el republicano Donald Trump retornará a la presidencia.
Pero las tormentas en la zona, desde políticas, militares y socioeconómicas hasta migratorias, de tráfico de drogas o de violencia sin control, siempre… repercutieron, repercuten y repercutirán en Estados Unidos, que tuvo, tiene y tendrá que enfrentar la onda expansiva en su territorio de los problemas de su complicado —y cuestionado— "patio trasero" estadounidense. El mapa interamericano se afianzó así de volátil. En un hecho sin precedentes, el estallido se registró en 2024 en Ecuador, que emuló a los explosivos escenarios de México, Colombia, Guatemala o Brasil por los conglomerados locales, nacionales, regionales e internacionales del delito.
El deterioro
Aunque las alarmas se encendieron progresivamente en los últimos 20 años en Ecuador por la penetración gradual, separada y espaciada en el tiempo de los cárteles mexicanos del narcotráfico De Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG), la hoguera ecuatoriana estalló en los primeros 10 días del mes. El presidente Daniel Noboa, decretó el día 8 el Estado de excepción y el 9 el de conflicto armado interno.
La inseguridad desatada por las organizaciones delincuenciales también hundió a países como Costa Rica, Panamá y Chile que ya perdieron su fama de pacíficos en comparación con México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Colombia, Brasil o Venezuela: "Con Estados y democracias debilitadas por el autoritarismo, la corrupción y la ineficiencia institucional, el panorama es poco favorable: no se avizoran mejorías de corto plazo para 2024", advirtió la socióloga nicaragüense Elvira Cuadra, directora del (no estatal) Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (CETCAM), de Costa Rica, y exilada en este país.
"Una cantidad importante de países latinoamericanos se vio enfrentada a crisis políticas fuertes y reveladores casos de corrupción al más alto nivel en 2023, que incrementaron el sentimiento de incertidumbre y falta de confianza de la ciudadanía y provocando fuertes flujos de migración y desplazamiento forzado con destino a Estados Unidos", dijo Cuadra a EL UNIVERSAL.
"Estos factores se han conjugado con las dificultades económicas, la inseguridad y violencia en numerosos países, dando lugar al incremento de la delincuencia y criminalidad, especialmente el crimen organizado. Esto último (…) se ha revelado como un actor con capacidad de influencia en los Estados", afirmó.
"En algunos países [el crimen organizado] ha logrado penetrarlos en espacios sensibles y al más alto nivel, de manera que ya se habla de una forma de 'gobernanza criminal' en los que los grupos de crimen organizado tienen poderosos mecanismos de control", subrayó.
Al citar que en 2024 habrá elecciones presidenciales en seis países latinoamericanos y caribeños —El Salvador, Panamá, República Dominicana, México, Venezuela y Uruguay— y que en 2023 hubo en cuatro —Paraguay, Guatemala, Ecuador y Argentina—, alertó que hay una paradoja.
"Esto que pareciera la evidencia de la consolidación democrática en la región, muestra los enormes descontentos y la crítica situación de grandes mayorías de población (…) En algunos países el ejercicio del voto se ha convertido en mera formalidad que no se traduce en mejor desempeño de la democracia: el desencanto ciudadano con este tipo de regímenes sigue creciendo", destacó.
Con un contexto turbulento, 2024 mostrará creciente conflictividad con procesos electorales de mayor controversia democrática, como en México, Venezuela y El Salvador, o de menor polémica, como en Panamá, República Dominicana y Uruguay.
Al denunciar "estructuras clientelares, semifeudales y elitistas de la dinámica democrática en toda América", el sociólogo, politólogo y relacionista internacional boliviano Franco Gamboa, catedrático para Bolivia de Fulbright, programa internacional estudiantil y cultural de Estados Unidos, adujo que “todos los regímenes democráticos [americanos], por igual, están marcados por una lógica excluyente. [Una lógica] influida sólo por el dinero en las campañas electorales, la inflación discursiva de las mentiras en todo tipo de propaganda política y por las tendencias elitistas en los partidos políticos, sean de izquierda o derecha".
Dijo que "la consolidación de la democracia nunca existió y, en 2024, las tendencias de los sistemas políticos se orientan a la imposibilidad de influir en la estructuración de economías más igualitarias y, lamentablemente, la política latinoamericana se desplaza hacia el fortalecimiento de variopintas élites del poder".
Tras insistir en que este proceso "prácticamente convirtió a las teorías de la democracia en juegos discursivos sin cambiar la realidad social, económica o política para favorecer a millones de pobres y marginados", refirió que "prueba viva son los millones de migrantes [irregulares]" latinoamericanos y caribeños que "a fuerza de sangre y lágrimas tocan las puertas de Estados Unidos, donde seguirán el trayecto de la discriminación, miseria y exclusión".
El trasfondo
El 17 de junio de 2024 se cumplirán 53 años desde que la Casa Blanca lanzó la guerra mundial contra las drogas. Estados Unidos se reconfirmó como el mayor consumidor de drogas. Previo a esa fecha venidera, Colombia se consolidó en el siglo XXI como el mayor productor global de cocaína y México se afianzó como la base de los más poderosos cárteles del narcotráfico internacional.
El contrabando de estupefacientes avanzó como un negocio de ganancias multimillonarias en el que las mafias mostraron más habilidades que los gobiernos.
Un informe que Global Financial Integrity (GFI), instancia no estatal de Washington especializada en flujos financieros y comerciales ilícitos, corrupción y lavado de dinero, emitió en 2020 a pedido del Congreso de Estados Unidos, reveló que las operaciones anuales de la narcoactividad sólo en América oscilaron entre un mínimo de 42 mil millones de dólares y un máximo de 121 mil millones de dólares. Otro rango del GFI fluctuó de 80 mil millones de dólares a 90 mil millones de dólares. La Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD) precisó que Colombia registró 230 mil hectáreas de hoja de coca, materia prima de la cocaína, en 2023, frente a unas 204 mil en 2022 y 143 mil en 2020.
La producción de cocaína llegó a un máximo histórico en 2021 de más de 2 mil 300 toneladas de máxima pureza y con la demanda en su punto más alto y con expectativa de forjar nuevos y florecientes mercados en Asia y África, según ONUDD. Colombia aportó 80% de la producción del alcaloide, con 15% de Perú y 5% de Bolivia. En un recuento de junio de 2023, ONUDD determinó que la producción mundial de cocaína fue de mil 982 toneladas en 2020 y que el número universal de consumidores de estupefacientes subió de 240 millones en 2011 a 296 millones en 2021 o 5.8% de la población global de 15 a 64 años.
Al turbio paisaje se sumó lo que ONUDD definió como auge sin precedentes en drogas sintéticas, porque "no requieren" de materias primas, como amapola para heroína u hoja de coca, obtenidas en cultivos ilícitos y sólo dependen de productos químicos baratos y fáciles de manipular y conseguir.
Las drogas sintéticas ofrecen a los criminales un menú de beneficios porque son más baratas, de fabricación sencilla y flexible, y sin estar atadas a factores de geografía y tiempo de cosecha y con etapas de producción más rápidos y sujetos a su propio trabajo, planteó.
El fentanilo, mortal opiode sintético que es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina, irrumpió con fuerza en el planeta y perjudicó las relaciones entre México, Estados Unidos y China, que intercambiaron recriminaciones como orígenes, tránsito y destino de la droga. La epidemia del fentanilo en Estados Unidos se saldó con 70 mil decesos por sobredosis en 2021 y 110 mil en 2023, según números de la oficina y el gobierno estadounidense.
En el panorama no se vislumbran acciones de honda voluntad política de combate al crimen organizado en los gobiernos de América Latina y el Caribe para virar de ruta hacia medidas contundentes. Al contrario, la mira apuntó a que seguirá la tónica que se repitió por más de 50 años de remedios parciales y parches, al cobijo de los recursos militares, policiales, judiciales, de inteligencia y de seguridad que Estados Unidos donará, venderá o filtrará en secreto y de las voluntades de Washington con sus vaivenes electorales.
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