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Violencia sexual en la infancia: el dolor profundo de las víctimas no tiene edad

Violencia sexual en la infancia: el dolor profundo de las víctimas no tiene edad
AGENCIAS / EL TIEMPO
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El abuso, la violencia y la explotación sexual de bebés, niños, niñas y adolescentes, en cualquiera de las diferentes formas en que se produzcan, constituye la manifestación más atroz de la violencia ejercida contra las infancias.

Aquellos que trabajamos con los sobrevivientes de violencia sexual, sean bebés, niños, adolescentes o adultos (cuando lo recuerdan y relatan, quizá por primera vez al momento de la consulta), sabemos que estamos ante un dolor sin igual. Un dolor que no parece prescribir a pesar de las múltiples elaboraciones a las que sometemos el hecho.

Los psicoanalistas lo hacemos a través de la palabra, tendiendo un puente entre el hecho traumático, reprimido, sepultado. Cuando una experiencia es tan abrumadora que la mente no puede procesarla, es apartada de la consciencia. El trauma no resuelto se manifiesta en síntomas como ansiedad, depresión, pesadillas, flashbacks y otros trastornos emocionales o comportamentales. El objetivo es que el paciente pueda procesar las experiencias traumáticas, permitiendo que los sentimientos reprimidos sean expresados y comprendidos en un contexto de seguridad que es el dispositivo terapéutico.

"Si bien hay un robo, el de la inocencia, se trata de un asesinato psíquico. Este crimen a diferencia de otros, deja secuelas muy difíciles de reparar", dijo la licenciada Almada

A medida que el paciente trabaja con el trauma, se busca la construcción de un significado y una narrativa que integren las experiencias pasadas y permitan una resolución emocional.

El sobreviviente busca la dignidad que él o los pederastas le robaron, intenta salir de la humillación a la que lo sometieron, busca una nueva posición subjetiva ante el crimen del que fue víctima.

Al principio, cuando el hecho ocurre no hay palabras, solo una energía desmedida que ahoga al sujeto infantil y lo deja en silencio. Paralizado por la violencia y muchas veces enmudecido por la amenaza y el secreto: “No se los cuentes a nadie”, “La culpa es tuya” “Esto es un amor especial”, “Esto es entre vos, yo y Dios” son algunas de las frases que recuerdan con angustia y dolor.

El sobreviviente lucha por salir del infierno y contar su verdad. Aunque a veces solo pueda hacerlo desde el comportamiento, los síntomas y síndromes que hablan por él. Cuando logra dar con un confidente, se libera en parte. Algo de ese dolor descansa, pero aparece la vergüenza de pensarse culpable de haber provocado el crimen. Pasarán muchos años para que asimile la tragedia y la haga parte de su ser.

"Aquellos que trabajamos con los sobrevivientes de violencia sexual, sean bebés, niños, adolescentes o adultos (cuando lo recuerdan y relatan, quizá por primera vez al momento de la consulta), sabemos que estamos ante un dolor sin igual"

La violencia sexual no es cualquier crimen, se trata de un crimen especial que atañe a una víctima especial, un bebé, un niño, una niña o un adolescente y no puede tratarse igual que cualquier delito. Porque si bien hay un robo, el de la inocencia, se trata de un asesinato psíquico. Este crimen, a diferencia de otros, deja secuelas muy difíciles de reparar.

Se trata de una experiencia extremadamente dañina que invade el mundo de la víctima y erosiona algunos aspectos internos. Estos están relacionados con la personalidad, con el carácter y concretamente con la identidad. El acontecimiento provoca un desorden interno en especial problemático cuando el daño es ejercido por cuidadores o figuras representativas afectivamente para la víctima y trae consigo una continua y profunda sensación de desamparo y vacío.

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