Científicos chinos han logrado avances significativos en la búsqueda de un tratamiento para el trastorno del espectro autista (TEA).
Su estudio, publicado el 27 de noviembre en la prestigiosa revista Nature Neuroscience Journal, revela que una inyección experimental ha logrado deshacer los signos del autismo en ratones al corregir versiones mutantes de un gen crucial en el cerebro.
La atención se centra en el gen MEF2C, cuya versión mutada se encuentra en pacientes diagnosticados con TEA. Investigadores de destacadas instituciones académicas y médicas en Shanghai llevaron a cabo pruebas preliminares que ofrecen un destello de esperanza para las personas afectadas por este trastorno neurológico.
Aproximadamente el 1 por ciento de la población mundial sufre de TEA, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos. Los desafíos que enfrentan las personas con autismo, desde dificultades en la interacción social hasta comportamientos repetitivos, podrían tener su origen en mutaciones de MEF2C, que también se asocian con trastornos neurológicos como la epilepsia.
Aunque existen medicamentos que pueden recetarse para mejorar el comportamiento de los pacientes con TEA, hasta ahora no se ha encontrado una cura definitiva para este trastorno. Sin embargo, los resultados del estudio son alentadores: la inyección administrada a los ratones logró restablecer completamente los niveles de proteína MEF2C en varias regiones del cerebro y revirtió las anomalías de comportamiento.
La terapia de edición genética individualizada, según el artículo, podría volverse factible y asequible en un futuro cercano. Este avance no solo abre la posibilidad de un tratamiento para el autismo, sino que también podría allanar el camino para abordar otros trastornos genéticos del neurodesarrollo.
Los investigadores sugieren que este enfoque podría convertirse en un hito en el tratamiento de trastornos genéticos, ofreciendo esperanza a aquellos que buscan respuestas y soluciones efectivas para condiciones neurológicas complejas.
Aunque queda un largo camino por recorrer, este descubrimiento representa un paso crucial hacia la comprensión y el tratamiento del autismo, ofreciendo una chispa de esperanza para el futuro de aquellos afectados por este trastorno.
