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Un paro cardiaco a mitad de maratón, la crisis de confianza de un médico

Un paro cardiaco a mitad de maratón, la crisis de confianza de un médico
AGENCIAS / EL TIEMPO
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Las emergencias ocurren en cualquier lugar, en cualquier momento y, a veces, los médicos se encuentran en situaciones en las que son los únicos que pueden ayudar. "¿Hay un médico en casa?" es una serie de Medscape que cuenta estas historias.

Estaba corriendo mi 25.o maratón de Nueva York en Estados Unidos. Era 2018 y casi me retiré de correr ese año. No era el mismo y tal vez eso sea quedarse corto.

Un mes antes, me había visto implicado en un caso de negligencia. Me declararon responsable por 10 millones de dólares. Mis colegas no creían que hubiera hecho nada malo, pero el jurado sí. Y los periódicos locales me hicieron quedar como un villano.

Estaba destrozado. Pero mi cura, mis amigos y mi familia me dijeron: "No puedes renunciar". Así que decidí presentarme.

Esa mañana salí por el puente Verrazzano-Narrows con unos amigos del trabajo. Suelo escuchar música mientras corro, pero ese año no lo hice. Estaba concentrado, disfrutando de la multitud. El evento es muy popular. Millones de personas en las calles.

Estaba corriendo bien. Hice la mitad de la carrera en una hora y 57 minutos. Mi familia siempre se reúne conmigo en el kilómetro 17 y ya casi había llegado. Estaba en la calle 59 a punto de girar hacia la Primera Avenida. Es uno de los lugares más ruidosos del maratón. Hay una especie de túnel y con la multitud y el tropel de corredores, es increíblemente ruidoso. Pero de algún modo, oí a alguien gritar: "¡Socorro!".

Cómo escuché eso, no lo sé. Y si hubiera estado escuchando música como siempre hago, de ninguna manera lo habría oído. Juraría que fue un ángel en mi hombro que me dijo: "Date la vuelta, tonto. Tienes a una persona a tu izquierda que necesita de tu ayuda".

Me di la vuelta y, a unos 10 metros detrás de mí, vi a una mujer agitando las manos y a un corredor en el suelo. Pensé: Alguien se desmayó. Me abrí paso entre la multitud para llegar hasta ellas. La mujer lloraba y decía: "Mi amiga se agachó a atarse el zapato y se desplomó. Creo que está convulsionando o algo así".

Me agaché e intenté despertar a la otra mujer. Le levanté las piernas. Pero enseguida me di cuenta de que había algo más. Busqué el pulso y no lo palpaba. Pedí a gritos un desfibrilador y empecé a hacerle la reanimación cardiopulmonar.

Algunos voluntarios y policías empezaron a acercarse a nosotros. Los policías me miraron como diciendo: "¿Qué hace este tipo?". Les expliqué que era médico y uno de ellos empezó a ayudarme con la reanimación cardiopulmonar. Mientras así lo hacíamos, alguien trajo un desfibrilador.

 

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