Estar en lo alto no es fácil, como tampoco lo es mantenerse a ese nivel tan exigente durante tanto tiempo.
El Real Madrid jugará su undécima semifinal de Champions League en 13 años. El dato en sí es una barbaridad se mire por donde se mire. Estar en lo alto no es fácil, como tampoco lo es mantenerse a ese nivel tan exigente durante tanto tiempo.
Se puede hablar de la ascendencia del Madrid en la competición, de que es un club nacido para triunfar en Europa o de que nadie se mueve en esos lares como lo hace el equipo de Florentino Pérez. Los datos no ofrecen lugar a dudas.
Y es que el Madrid es así: un club que no espera a la victoria porque la necesita para ser el mejor. De ahí su ADN, tan de moda en los últimos años, a la hora de gestionar un día a día en el que la exigencia es el triunfo.
Este año ha sido muy difícil para el equipo que entrena Ancelotti. Con el Mundial entre medias, el rendimiento de la mayoría de sus jugadores se vio condicionado por la Copa del Mundo. Salvo el de uno. El único que lleva tres años al mismo nivel. El único que ha mantenido su rendimiento fuera cual fuera el entrenador. El único de cuyo rol se dudó al aterrizar en el Santiago Bernabéu y que él mismo se encargó de poner en su sitio en cuanto le dejaron.
