En busca del placer y el bienestar, muchas personas optan por bañarse con agua caliente, sin sospechar que esta práctica podría tener consecuencias negativas para su salud.
Una reciente investigación publicada en el Resuscitation Journal revela que los baños prolongados con agua a temperaturas elevadas podrían aumentar las posibilidades de sufrir un paro cardíaco en un 10 por ciento.
El estudio señala que el cambio brusco de temperatura, especialmente cuando se pasa de agua caliente a temperatura ambiente, puede alterar la presión arterial y desencadenar arritmias cardíacas, provocando ritmos cardíacos anormales en el organismo.
Estos hallazgos sugieren que, a pesar de los beneficios aparentes de la relajación y el alivio del estrés, bañarse con agua caliente podría tener riesgos cardiovasculares.
Además de los riesgos cardiacos, los expertos advierten sobre otras desventajas asociadas con los baños de agua caliente. Tomar baños constantes a temperaturas elevadas puede resultar en sequedad en la piel, aumentando la comezón y contribuyendo a problemas dermatológicos como dermatitis, inflamación e irritación cutánea.
Aunque el agua caliente tiene beneficios para la dilatación de los vasos sanguíneos y la mejora de la oxigenación de la sangre, se debe tener precaución. La Biblioteca Nacional de Medicina destaca que los baños de asiento con agua caliente son utilizados para aliviar el dolor, comezón y espasmos musculares, pero subraya la importancia de buscar orientación médica para obtener el tratamiento adecuado para cada padecimiento.
Ante estos riesgos, surge la pregunta crucial: ¿cuál es la forma correcta de bañarse? Aunque las preferencias pueden variar, se recomienda ducharse con agua tibia para cuidar la piel. El uso de jabones neutros es esencial para evitar afectaciones cutáneas, y consultar con un especialista puede proporcionar pautas personalizadas para cada tipo de piel.
