Cuando iniciaron la biopsia abierta, los cirujanos no sabían lo que iban a encontrar, pero desde luego no esperaban esto: un nematodo parecido a una cuerda de casi 8 mm de largo, vivo y moviéndose.
"Sorprendió a todos en el quirófano", dijo a Medscape Noticias Médicas el Dr. Sanjaya Senanayake, profesor asociado de enfermedades infecciosas de la Australian National University, en Canberra, Australia, y autor principal del informe del caso. "Cuando operas un cerebro, no esperas encontrar un parásito vivo".[1]
El nemátodo parásito tenía aproximadamente la mitad del ancho de una moneda de diez centavos. Los helmintos normalmente se ven a simple vista, pero es más común encontrarlos en los intestinos de pacientes infectados tras ser transmitidos por la tierra e infectar el tubo digestivo. Pero este llegó al cerebro de una mujer en un caso inédito del que se informa en Emerging Infectious Diseases.
"No sospechábamos en absoluto de un nemátodo", relató el Dr. Senanayake. "Allí había algo anormal. ¿Iba a ser una lesión granulomatosa? ¿Iba a ser cáncer? Quién sabe, pero había que hacerle una biopsia, y un nemátodo era lo último que se le hubiera ocurrido a cualquiera”, prosiguió.
Un año de síntomas inexplicables
La paciente de 64 años fue inicialmente diagnosticada con neumonía y presentó leucocitosis, hemoglobina baja, plaquetas elevadas y proteína C reactiva muy alta (102 mg/l; referencia: <10 mg/l).
No se había recuperado del todo de su enfermedad cuando empezaron los dolores abdominales y la diarrea. Luego tuvo tos seca y diaforesis nocturna.
Después de tres semanas de malestar, fue ingresada en el hospital. Tenía antecedentes de diabetes, hipotiroidismo y depresión, y los médicos empezaron a buscar respuestas a su enfermedad aguda. Le hicieron pruebas para detectar enfermedades autoinmunes e infecciones parasitarias, y le recetaron prednisolona para aliviar los síntomas.
Sin embargo, tres semanas después, su fiebre y tos persistían, así que la ingresaron de nuevo en el hospital. Los médicos solicitaron más pruebas, sus eosinófilos seguían altos, además de que había lesiones en el hígado, el bazo y los pulmones. Pero las pruebas fueron negativas para los cultivos bacterianos, fúngicos y micobacterianos. Sus heces no mostraban indicios de parásitos.
Se le prescribió micofenolato y luego ivermectina en caso de que sus pruebas parasitológicas dieran un falso negativo. Los médicos sospechaban estrongiloidiasis, pero las lesiones permanecieron en su bazo incluso cuando las lesiones hepáticas y pulmonares mejoraron.
La reducción de la dosis de prednisolona afectó a los síntomas respiratorios, por lo que en enero de 2022, un año después de que comenzaran los síntomas iniciales, el equipo médico añadió el anticuerpo monoclonal mepolizumab. Pero sus síntomas empeoraron y presentó pérdida de memoria y síntomas depresivos más intensos.