Con Gayà cargando con todo un club a cuestas mientras corre por la banda con los brazos levantados, pidiendo apoyos, socios para una causa que todavía no tiene trazas de milagro porque quedan 18 jornadas por delante. Solo con el tanto de Borja García, los valencianistas tomaron ligeramente el control. Demasiado poco, demasiado tarde para un equipo cuya salvación dependerá de Mestalla después de haber sumado solo un punto de los últimos 18.
El plan de supervivencia activado por Voro pasa por intentar protegerse en defensa y crecer desde atrás. Un plan idóneo para el momento del equipo, reforzado con apuestas como el doble lateral Gayà-Lato, pero con un proceso todavía a mitad cocción, con una plantilla trabajada durante medio curso para dominar los partidos. De momento, el resultado sigue siendo el de un bloque con dificultades para defender y que ha perdido frecuencia atacante.
Queda Mamardashvili, que en la primera parte intervino de forma providencial en tres ocasiones para evitar el tanto del Girona. Primero desvió una volea de Aleix García tras centro lateral, un calco al gol de la derrota en Valladolid. Un minuto más tarde el larguero se alió con el portero georgiano en el cabezazo de Castellanos. Giorgi volvería a ser clave para rechazar un golpeo desde la frontal de Borja García.
Al Valencia le costó un mundo encontrar un entre la constante presión de los locales. Cavani, que no solo remate sino que arma jugadas desde atrás, vio la primera grieta para lanzar un balón al espacio para Yunus. El neoyorquino corría hacia Gazzaniga y todo el valencianismo apretaba puños y contenía la respiración. El meta argentino salvó el gol con la pierna izquierda. La acción estimuló al Valencia para atacar con mayor brío en contragolpes dirigidos por André Almeida, cuya cabeza sigue fresca en mitad de esta devoradora crisis. En el 35 el portugués encabezó la cabalgada con superioridad numérica y cedió a Lato, que no midió el pase final a Lino, libre de marca al igual que Cavani.
El atacante uruguayo tendría la suya en el 39, con el tiempo suficiente para girarse, conducir y armar un disparo desviado un metro y medio. Cavani se lamentaba mirando al cielo soleado de Girona, el que deslumbró a Mamardashvili en el último suspiro del primer acto, en el envío lateral que Castellanos, también cegado por la luz, picó en exceso. El empate era un milagro, pero no solo con suerte Mestalla seguirá en Primera.