Misofonía: cuando incluso los sonidos más normales resultan insoportables
AGENCIAS / EL TIEMPOHeinz Funke, con cinco años, cortó las hebillas de los zapatos de su madre con unas tijeras, afirmando que había sido el perro. El por qué: el ruido de los tacones se le había hecho insoportable. Tampoco soportaba los ruidos al masticar desde muy pequeño, por lo que siempre comía solo.
Tuvo que dejar su trabajo como especialista en logística de almacén. Durante mucho tiempo pensó que "no estaba bien de la cabeza", hasta que un médico competente le diagnosticó misofonía, para entonces tenía más de 50 años. Este informe de un caso marca el inicio de una revisión de este trastorno.
El estridente ruido de la tiza en la pizarra, el frenazo de los trenes al llegar a la estación, el sonido de las bocinas... estos sonidos nos molestan a todos, nos ponen la piel de gallina. Pero algunas personas reaccionan de manera distinta a sonidos que no consideramos, en general, ni ruidosos ni desagradables, sino cotidianos.
El diagnóstico y el tratamiento son solo el principio
La medicina está intentando comprender el problema aunque todavía no se hayan despejado muchos interrogantes, explican la Dra. Cornelia Schwemmle, de la Clínica Universitaria de Otorrinolaringología de Magdeburgo, y uno de sus compañeros. Sigue habiendo desacuerdo sobre si la misofonía debe considerarse un trastorno mental de reciente reconocimiento que entra dentro del espectro de los trastornos obsesivo-compulsivos, o "solo" un síntoma acompañante. Además, las causas no están claras, falta un diagnóstico estandarizado, así como un tratamiento basado en la evidencia. La publicación con el descriptivo título "La rabia en el oído" ofrece amplia información sobre el estado de la investigación.
La misofonía es una sensibilidad extrema a un sonido muy poco llamativo, normalmente uno que otras personas producen con su cuerpo, con la boca o la nariz: masticar, tragar, chasquear los dientes, respirar, moquear, aclararse la garganta. Pero otros sonidos también pueden actuar como desencadenantes: el ruido de los cubiertos, rascarse, hacer clic o golpear con un bolígrafo, escribir en un teclado, el crujido del papel o el ruido de los tacones de los zapatos.
Incluso el canto de los pájaros puede convertirse en una tortura
El espectro de sonidos que alteran a las personas con misofonía es amplio: desde animales, ladridos de perros, cantos de grillos, incluso el piar de pájaros, hasta el ruido de los electrodomésticos: el timbre del teléfono, el tic-tac del reloj, la cisterna del váter, el zumbido de la nevera, la aspiradora o la lavadora. Lo decisivo no son las propiedades físicas del estímulo, sino su interpretación y el contexto social.
Incluso un volumen bajo se percibe como demasiado alto y amenazador, mientras que otros ruidos con un espectro de frecuencias similar no provocan ningún síntoma. Aunque suele ser un determinado desencadenante el que inicia la reacción, la aversión suele extenderse a otros sonidos y personas. Es posible que el alcohol atenúe la reacción y la cafeína la aumente.
Aunque menos frecuentes, los desencadenantes visuales también forman parte de la misofonía: alguien no soporta ver cómo se mueven los labios de otras personas cuando está comiendo o cuando la persona sentada enfrente mueve la pierna.
Los movimientos de los dedos o las piernas también son desencadenantes.
El desencadenante provoca inicialmente un reflejo físico, luego emociones extremas: irritación, aversión, asco o incluso ira. Esto también se manifiesta fisiológicamente con sudoración, dificultad para respirar o pulso acelerado, la tensión arterial sube, los músculos, especialmente del cuello y la garganta, se tensan. Aunque no es infrecuente que los misofónicos exploten de inmediato, a veces tardan horas en volver a calmarse.
Algunos soportan la situación con malestar o sufrimiento, otros intentan "luchar o huir". Luchar significa agresividad, que parece especialmente inevitable cuando no hay oportunidad de alejarse, por ejemplo durante un viaje en coche. En un estudio, el 12 % de los participantes afirmó haber golpeado a la persona causante del accidente, casi el 30 % le había insultado y el 17 % había descargado su ira contra objetos. Además,aparecían pensamientos del tipo "le odio", "¿por qué me hace esto?", "debería ser más atento".
La misofonía conduce a la soledad
Escapar significa, por ejemplo, alejarse precipitadamente de la mesa del comedor y, a la larga, intentar evitar la situación misofónica. Estas personas limitan sus movimientos y actividades, rompen amistades o incluso abandonan sus estudios, en casos extremos pueden llegar a no salir casi de sus domicilios, no viajar en transporte público o ser incapaces de trabajar o hacerlo solo de forma limitada. Algunos se niegan a comer con la familia. En ocasiones, el sufrimiento llega a su punto álgido con pensamientos suicidas.
Estas reacciones son desproporcionadas en relación con la causa. Cuando posteriormente toman conciencia del carácter completamente exagerado de su comportamiento, se sienten culpables y avergonzados, sobre todo porque sus iguales suelen tratarles de "locos".
Hiperacusia y fonofobia como diagnósticos diferenciales
La misofonía debe distinguirse de otras dos formas de hipersensibilidad al sonido, que también suelen comenzar en niños pequeños:
- Las personas con hiperacusia reaccionan drásticamente a sonidos incluso de volumen normal, es decir, por debajo de 70 u 80 decibelios. Los síntomas psicológicos y fisiológicos inmediatos son similares a los de la misofonía.
- La fonofobia es un miedo generalizado a los sonidos, aunque no se produzcan realmente.
Como informan Schwemmle y Arens, en internet se observa una llamativa discrepancia cuando se utiliza la palabra clave "misofonía": entre las entradas de las bases de datos científicas y los motores de búsqueda comunes: PubMed tiene 65 entradas, mientras que Google tiene 554.000, lo que también explica por qué los foros sobre misofonía son tan populares: la necesidad de intercambio es siempre grande cuando la medicina apenas aporta nada y las ofertas terapéuticas son escasas.
Una cierta relación con el tinnitus
El término "misofonía" en lugar de "odio a los sonidos" fue acuñado por neurocientíficos en 2001. Sin embargo, unos años antes, un audiólogo ya había descrito por primera vez el "síndrome de sensibilidad selectiva a los sonidos", y pronto se le aplicó el modelo del tinnitus como fenómeno fantasma. El interés de los científicos ha crecido desde entonces. Las publicaciones abarcan desde descripciones de casos hasta revisiones, incluido el mayor estudio realizado hasta la fecha, en el que se determinaron las características psiquiátricas, somáticas y psicológicas de casi 600 participantes.
En 2013 se publicaron los criterios de definición:
A. Oír o anticipar un sonido específico emitido por un semejante, especialmente al comer o respirar, provoca una reacción defensiva corporal impulsiva que comienza con irritación o asco y se convierte instantáneamente en ira.
B. Esta ira desencadena una profunda sensación de pérdida de control con arrebatos poco frecuentes pero potencialmente agresivos.
C. La persona reconoce que su ira o malestar es excesivo, irracional y muy desproporcionado en relación con las circunstancias o el factor estresante.
D. La persona intenta evitar el ruido misofónico o, en su defecto, soporta la situación con intenso malestar, enfado o disgusto.
E. La ira, el malestar o la evitación del factor desencadenante provocan en la persona un estrés considerable o interfieren gravemente en su vida cotidiana. Por ejemplo, puede hacer que le resulte imposible realizar tareas importantes en el trabajo, quedar con amigos, ir al colegio o relacionarse de cualquier otra forma con los demás.
F. La ira, el asco o la evitación del desencadenante no pueden explicarse por otro trastorno, como el trastorno obsesivo-compulsivo o el trastorno de estrés postraumático.
Se han elaborado varios cuestionarios
El diagnóstico se realiza mediante la historia clínica y el registro de los síntomas. Otros medios complementarios son entrevistas y cuestionarios ingleses aún no validados.
- El más utilizado y de respuesta rápida (de 0 a 4) es la escala de misofonía de Amsterdam (A-MISO-S). Entre las 7 preguntas podemos encontrar algunas como: ¿En qué medida le limitan estos ruidos? ¿Cómo afectan los desencadenantes a su vida social y profesional? ¿Hay actividades que evita debido a los desencadenantes? ¿Hasta qué punto puede controlar sus pensamientos sobre los desencadenantes?
- El Cuestionario de misofonía MQ incluye tres escalas. En ellas, los participantes valoran de 0 a 4 sus síntomas, como comer, dar golpecitos (con un bolígrafo) o aclararse la garganta, su comportamiento (irse, evitar), incluidas las emociones (ansioso, triste, agresivo) y, por último, la gravedad de su sensibilidad al ruido.
- Cuestionario de Evaluación de la Misofonía (MAQ) con 21 preguntas, cada una de las cuales se puntúa de 0 a 3.
- La Escala de Activación de la Misofonía (MAS-1), también publicada en la plataforma de internet misophonia-uk.org, permite clasificar las propias reacciones entre el nivel 0 y 10.
Estudios sobre prevalencia, inicio y sexo
La prevalencia no está clara. Un estudio realizado en Alemania halló una frecuencia de casi el 6 % en población general, en el Reino Unido del 18 % y en Ankara del 13 %. Estudios más pequeños entre estudiantes, personal hospitalario y pacientes psiquiátricos, así como una encuesta en línea en Estados Unidos, encontraron síntomas clínicamente relevantes de misofonía entre el 10 % y el 20 % de los participantes.
También hay poco acuerdo sobre el inicio, que oscila entre la infancia y alrededor de los 60 años. Como ejemplo, existe el caso comentado al principio sobre un niño de cinco años, y la afirmación "desde que tengo uso de razón" procede de una entrevista. Sin embargo, probablemente la mayoría de los estudios fechan el pico de la primera manifestación al principio de la pubertad. Es posible que el riesgo de sufrir misofonía sea mayor durante esta fase del desarrollo porque el cerebro es especialmente vulnerable.
También hay datos contradictorios sobre la incidencia por género. Los autores creen que predomina entre las mujeres, porque hay datos sobre una proporción de hasta el 80 %, pero también se informa de una incidencia similar en hombres y mujeres (como la encuesta alemana mencionada anteriormente).
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