Los tratamientos antivirales para el VIH no ofrecen protección contra la COVID-19

En los daos no se apoya la modificación del tratamiento antirretroviral en las personas que padecen infección por VIH con el fin de aumentar la protección contra la infección por SARS-CoV-2 o prevenir los resultados graves de la COVID-19, incluida la hospitalización y la muerte.

Utilizando datos de dos cohortes neerlandesas de observación de personas que padecen infección por VIH, los investigadores evaluaron si el uso de tenofovir disoproxil fumarato, etravirina e inhibidores de la transferencia de la integrasa se asociaba con el riesgo de una nueva infección por SARS-CoV-2 y de hospitalización o muerte relacionada con la COVID-19.

Se incluyeron 239 personas que padecían infección por VIH y que utilizaban tratamiento antirretroviral (mediana de edad, 62,0 años) y 2.189 que padecían infección por VIH y que utilizaban tratamiento antirretroviral cuando se les diagnosticó COVID-19 (mediana de edad, 50,1 años).

Al menos el 93 % o más de los participantes de ambos grupos presentaban supresión viral y 29 de los 239 participantes de la primera cohorte contrajeron nuevas infecciones por SARS-CoV-2. En el segundo ensayo, 158 participantes presentaron COVID-19 grave, 149 de los cuales fueron hospitalizados y 29 fallecieron (nueve fallecimientos se produjeron en personas que no fueron hospitalizadas).

Tanto en los análisis ajustados como en los no ajustados, el uso de tenofovir disoproxil fumarato, etravirina o inhibidores de la transferencia de la integrasa no evitó contraer COVID-19 ni mitigó la gravedad de las infecciones por SARS-CoV-2. Sin embargo, las personas con COVID-19 grave tenían más probabilidades de ser significativamente mayores, no ser de raza blanca, tener más comorbilidades y llevar más tiempo padeciendo la infección por VIH. 

En el estudio no se evaluaron factores de confusión que podrían haber aclarado las diferencias entre los resultados del tratamiento antirretroviral y la COVID-19 en los dos estudios. Además, los datos utilizados eran observacionales, lo que impedía atribuir causalidad.

El estudio no recibió apoyo económico externo. La autora principal, Myrthe L. Verburgh, afirma que otros autores han recibido apoyo económico pertinente.