¡Los terribles signos que aterrorizaron Tenochtitlan!
Néstor Jiménez / El Tiempo MonclovaHace 504 años el imperio azteca cayó ante los invasores españoles pero previo a eso, presagios y pronósticos jugaban una parte fundamental en el México prehispánico.
La bellísima ciudad capital del valle de México, Tenochtitlan, en 1519 era una metrópoli con cuatro grandes sectores, sin embargo, algo preocupaba a sus orgullosos no menos de 300 mil habitantes: ¡El regreso de Quetzalcoaltl y con ello el fin!
Pero… ¿Qué motivos había para esa preocupación? Ese año era el uno-caña en el calendario Azteca (en el que la serpiente emplumada había prometido regresar), se repetía a intervalos regulares de 52 años, ¿Por qué estaban tan seguros que ahora sí era el definitivo?
Cronistas como Diego Muñóz Camargo y Francisco Javier Clavijero, sostuvieron que una serie de fenómenos inexplicables ocurrieron en el imperio azteca con meses y años de anticipación.
El primero se manifestó en 1509 cuando las aguas del lago que rodeaba la gran ciudad parecían hervir a borbotones. Sin viento, tormenta o terremoto se levantaban tremendas olas inundando más de la mitad de las casas, algunas se cayeron o hundieron.
Por si fuera poco los remeros que hacían travesías nocturnas aseguraban ver extrañas luces “fuegos aéreos” que recorrían el lago, es por ello que las instrucciones de Moctezuma Xocotoyzin fueron interrumpir el tráfico nocturno, lo cual no impidió que siguiera el fenómeno.
Al año siguiente, una noche se desató un voraz incendio en uno de los templos más reverenciados, el de Huitzilopochtli; Muñoz Camargo narra que: “Fue tan grande y repentino que por las puertas salían enormes llamaradas y cuando se les quería apagar con agua, se encendían con más fuerza.
El templo ardió con tal furia que aun al día siguiente las piedras seguían al rojo vivo. El emperador mandó encarcelar a los centinelas quienes reconocían su ineptitud, pero no acertaban a explicarse las causas del mismo”. Extraño un siniestro en recinto de piedra maciza. El tercer presagio funesto fue un rayo que cayó sobre el templo de Xiutechtli que por tener techo de paja se quemó y abrasó en poco tiempo. El cuarto prodigio ocurrió en 1516 cuando la gente observó como habiendo abundante sol aparecieron tres brillantes cometas cruzando el cielo de occidente a oriente con gran fuerza y violencia que sus largas “colas” ocupaban la mayor parte del horizonte. En 1517 según los cronistas “Apareció una columna de fuego muy flamígera, tan encendida que su claridad y resplandor hacían que a media noche pareciera de mañana”. Los astrónomos fueron ejecutados, pues no acertaron a descubrir que era aquello que se mostró durante todo el año.
Pero el más impresionante de todos los fenómenos fue el ocurrido en 1518 y que hizo que la inquietud de Moctezuma II llegara al tope: Le fue llevada una ave “Como grulla, pero tan extraña que tenía en la cabeza una diadema redonda a manera de espejo, en el que se veían el cielo y las estrellas”.
La tradición indica que al asomarse el monarca, acertó a ver un gran número de gentes que venían marchando montados sobre enormes animales cuadrúpedos semejantes a venados sin cornamenta y en escuadrones o formación de guerra. El soberano azteca no pudo averiguar más en ese oráculo viviente, pues cuando mandó traer a sus adivinos, el pájaro escapó desapareciendo de la vista en poco tiempo.
Todo esto suena increíble, pero ya se sentía la inminente llegada de invasores españoles.
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