El rumbo de los Lakers desde que ganó la Copa de la NBA se ha desviado un tanto del que venía mostrando esta temporada. Sacando rédito de los jugadores disponibles, que no eran muchos (por ejemplo, Vincent sigue de baja), para marcar un buen ritmo en la clasificación desde el principio.
Algo distinto a los dos últimos años. Desde su triunfo en el In-Season Tournament, que se conmemoró en el Crypto Arena este lunes con una banderola en la parte alta del pabellón al estilo de los títulos ligueros y los números retirados, ha habido un bajón. La derrota ante los Mavs fue hasta lógica, no por resaca sino porque el rival también juega y los texanos pueden doblegarles, pero en el doblete con los taciturnos Spurs de Wembanyama reservaron jugadores creyendo que sería sencillo y perdieron el segundo de ellos (pasándolo, además, mal en el primero).
Demasiadas concesiones que llevan a una mínima reflexión tras regresar a casa y caer frente a los Knicks por 109-114.
Los Knicks dominaron los tiempos del partido desde el principio y supieron aguantar el chaparrón final de los californianos, que bien es recalcable que pelearon hasta el final.
En cuanto al despliegue ofensivo, pareció un juego a dos bandas con terceros invitados por cada lado. Randle (27+14) y Brunson (29), por un lado; Davis (32+14) y James (25), por el otro.
Los Lakers se mostraron sobrepasados en la pintura e imprecisos fuera de ella, de ahí que sólo arreones puntuales gracias a la calidad e inteligencia individual les dejaran vivir.
El equipo de Thibodeau, que vuelve a sus clásicos cuando las cosas se tuercen (Taj Gibson ha regresado al equipo después de conocerse la lesión de Mitchell Robinson), se convierte en uno de los dos únicos conjuntos que ha vencido en la pista de los Lakers este curso; el otro es Dallas Mavericks.
Mencionando de nuevo la Copa de la NBA, desde los cuartos de final que disputaron ante los Bucks están en un racha parecida a la de los Lakers: llegaban a este encuentro con dos victorias y cuatro derrotas tras aquello. Las pretensiones de una y otra franquicia no son equiparables deportivamente (por lo menos en este punto del camino), pero en la pista se vio poquísima diferencia.
Y eso que debería haberla. En la tabla, al ganar en tan preciado escenario, los Knicks superan a los angelinos con su balance de 15-11.
Randle marca más el devenir de Nueva York que Brunson por la sencilla razón de que es infinitamente más inestable. Con partidos como éste, en el que hizo casi todo bien, no sólo eleva el nivel de su persona sino el de todas como colectivo. Fue el motor.
Incluso aguantando todo el partido con una rotación ‘made in Thibs’, con poco jugador y muchos minutos, debido a la lesión de Jericho Sims, que se torció el tobillo derecho a los tres minutos de arrancar.
Randle marcó la pauta y con sus aciertos en los dos lados de la pista fue creciendo una pequeña ventaja en el marcador a la que los Lakers no parecían prestar atención. Davis contrarrestaba; LeBron, desaparecido en una primera parte en la que sólo metió tres tiros. Subiendo y bajando velocidad aparecieron otros actores, como Brunson o Quickley en el bando visitante, y el relevo fue satisfactorio. Un 0-8 al final del tercer periodo relanzó a los Knicks para verse a las puertas de la sorpresa, si es que se puede denominar así. A falta de cinco minutos, y en sólo dos de lapso, los Lakers rebajaron ese -10 y se pusieron a sólo cuatro.
Un despiste flagrante de los neoyorquinos en un salto entre dos dejó solo a LeBron, aunque después lo remediaron. Randle anotó un triple que lamió el aro un par de segundos y finalizó una segunda jugada de salto entre dos con un mate que parecía dejarlo todo sentenciado. Davis y Reaves marcaban de tres en tres y Hart tuvo que resolverlo en la línea de personal a falta de diez segundos.
Thibodeau mantiene la estructura ante la falta de fichajes ilusionantes y de momento los jugadores le aguantan física y mentalmente. Sólo estamos en el primer tramo de la campaña y los Knicks pelean en un Este con seis puestos con mucha igualdad.
