Y quien le privó de esta posibilidad fue Julen Lopetegui, su entrenador, que reconoció al final del partido su error, pero demasiado tarde. Lo que hizo el técnico vasco no tiene perdón. Él era consciente de la situación de Raúl Jiménez. No se entiende su forma de actuar. Además esto tendría lógica si los Wolves se estuvieran jugando algo ante el Everton, pero no era el escenario.
El escenario era el último partido de los Wolves esta temporada ante su gente y en el caso del mexicano, su despedida según él mismo ha confesado.
Entiendo que Lopetegui puede tener sus razones para estar enfadado con el rendimiento del futbolista, también con su comportamiento y con todas las cosas que han pasado estas últimas semanas, pero desde luego la grandeza se demuestra en estas circunstancias, salvo que haya algo que no nos han contado y modifique la versión de esta historia.
Precisamente el que está en una posición de fuerza, como en este caso es el entrenador, es quien debe saber diferenciar las cosas. Raúl ha sido un jugador tremendamente querido por los Wolves, amado por la gente y que ha dado unos años espectaculares. No haberle dejado despedirse es simplemente incomprensible y lo peor de todo es que ya no tiene arreglo. No se lo merecía. Una pena y un error de Lopetegui que no le hace nada bien de cara a sus propios aficionados y a su vestuario, independientemente de las cuentas que tuviera pendientes con el delantero.