Las profundas y duraderas consecuencias de que haya un “hijo favorito” en la familia

Las profundas y duraderas consecuencias de que haya un “hijo favorito” en la familia
AGENCIAS / EL TIEMPO

Mis hermanos y yo siempre sabíamos cuándo mi hermano menor iba a visitar a nuestros padres: mi mamá preparaba pequeños cócteles de langostinos como plato especial.

“El hijo pródigo”, protestábamos con algo de molestia, por que el resto de nosotros nunca recibiéramos ese tipo de trato privilegiado. La explicación oficial era que él no venía al almuerzo dominical tan frecuentemente como el resto de nosotros pero, aun así, no nos parecía realmente justo.

La verdad es que, a pesar del cóctel de langostinos, yo no creía que mis padres tuvieran favoritos. Fui criada en una familia de clase trabajadora de seis hermanos en el norte de Londres. Naturalmente, mis hermanos, hermanas y yo teníamos diferentes roles y obligaciones en la familia, pero las razones de eso parecían prácticas.

Como la menor, por ejemplo, yo siempre era la que iba a buscar las cosas que necesitaban mis padres, tal vez porque creían que yo tenía mucha energía. Mi hermana era la que solía ir de compras, porque podía conducir. Era una casa bulliciosa y a eso se le añadía nuestra perra dálmata, Sheba.

En general, todo me parecía bastante equilibrado. Pero el año pasado, durante una reunión familiar, uno de mis hermanos soltó la lengua y dijo que pensaba que yo era la favorita de mi padre.

Mi hermana se sorprendió un poco. Y me di cuenta de que tal vez no era cierto que mis padres no tenían hijos favoritos. Me pregunté cómo los miembros de mi familia y de otras familias experimentaban estas dinámicas, y cómo estas nos pueden moldear a largo plazo aunque no seamos completamente conscientes de ello.

Las investigaciones sugieren que el favoritismo de los padres es sorprendentemente común y que en lugar de ser simplemente una peculiaridad de la vida familiar, puede ser realmente dañino.

Sucede en aproximadamente el 65% de las familias y ha sido identificado y estudiado a través de muchas culturas diferentes. Está tan generalizado que puede impactar el bienestar de los niños a lo largo de sus vidas, desde la niñez hasta la edad adulta y más allá.

Se lo considera un factor tan importante en una amplia gama de problemas emocionales que los psicólogos le han dado un nombre: Trato diferencial parental o TDP.

Sin embargo, los mismo hermanos dentro de una misma familia pueden tener opiniones diferentes sobre si esto de alguna manera afecta a la familia.

Eso se debe a que la sensación de ser el menos preferido puede ser muy subjetiva, comenta Laurie Kramer, profesora de Psicología Aplicada de la Universidad Northeastern, en Estados Unidos. “Es una experiencia que la mayoría de las personas tienen, que un padre prefiere a otro de los hijos”, dice.

“Eso se puede dar al dedicar más tiempo, atención, elogios o afecto a un hijo. O al ejercer menos control, que le permite a ese hijo gozar de menos restricciones, estar sujeto a menos disciplina o hasta menos castigos”.

Pero no todos en una familia lo pueden ver de la misma manera. “Otro hermano lo puede ver de forma diferente y también el padre puede creer que se ha comportado de otra manera”, señala Kramer.

La experiencia de ser el segundón

Para la persona que siente que ha sido tratada como segundona, las consecuencias pueden ser profundas. Las investigaciones apuntan a que, desde una edad temprana, los menores son conscientes del trato diferencial, como cuando los padres manifiestan más efusividad hacia un hermano que hacia otro.

Esa percepción de favoritismo parental ha sido asociada con baja autoestima en los niños, así como con ansiedad, depresión y problemas de comportamiento durante la niñez, incluyendo conductas arriesgadas.

También podría tener un efecto secundario sobre el bienestar emocional, lo que produce otros problemas indirectos. Por ejemplo, investigadores en China han demostrado que el favoritismo parental puede predecir la adicción al teléfono móvil entre los adolescentes.

En un pequeño estudio en Canadá con ocho adolescentes sin hogar, siete de ellos mencionaron sentir que sus padres tenían a otro hermano como preferido, mientras que ellos siempre habían sido “el hijo problemático”, y eso había contribuido a la ruptura de los lazos familiares.

Aunque este último estudio es muy reducido para llegar a conclusiones amplias, resalta lo lejos que potencialmente puede llegar la experiencia de un menor con el favoritismo.

Consecuencias en la edad adulta

El impacto sobre la salud mental puede persistir en la adultez, por ejemplo, con el favoritismo maternal siendo asociado con altas tasas de depresión en hijos adultos.

Este sesgo también puede extenderse a edades más avanzadas, con los padres todavía jugando a los favoritos con sus hijos adultos.

Y mientras son los padres y no los hermanos los que cargan con esa responsabilidad, el favoritismo puede dañar los vínculos fraternales a lo largo de la vida e incrementar las tensiones y conflictos entre hermanos.

Esto es particularmente preocupante pues las buenas relaciones con nuestros hermanos son importantes para nuestra salud y bienestar a lo largo de nuestras vidas.

La opinión de la profesora Kramer es que tal vez no lo hacen intencionalmente y posiblemente no son conscientes de que lo hacen. “El trato preferencial de los padres puede empezar con el hecho de que que uno de los hijos sea más fácil de criar, que estén más conectados a ese hijo, que encuentren similitudes entre ellos y su hijo”, dice.

Sus investigaciones con adolescentes y sus padres han mostrado que las familias no tienden a hablar de este tema, lo que hace más difícil resolver heridas o malentendidos.

“Si estas situaciones se abordaran de una forma sensible, sin que nadie se diera por aludido o sintiera que es su culpa, se podría tener una conversación más abierta entre todos los involucrados para comprender qué está pasando”, expresa Kramer.

Los padres podrían, por ejemplo, preguntar por qué un hijo o una hija siente que ellos prefieren al hermano o hermana. “Si un padre escuchara y luego ofreciera una razón de su comportamiento diferencial hacia un hijo, eso podría tener resultados maravillosos”. El menor podría darse cuenta de que hay una razón práctica y que no se trata de que amen más al otro o la otra.

 
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