Martin Scorsese, reconocido por su maestría en la dirección irlandés', ha tenido sus reservas en cuanto a ciertos proyectos
Cada película que realiza Martin Scorsese está impregnada de su implacable y única pasión por el cine. En obras que abarcan desde la iluminación contrastada de 'Taxi Driver' hasta las reveladoras tramas de 'La isla siniestra', pasando por el crudo revisionismo histórico de 'Los asesinos de la luna' (su película más reciente, que llega a los cines el próximo jueves 19 de octubre), se puede sentir su pasión por su oficio y su necesidad de contar historias de manera auténtica y artística.
A pesar de la devoción del cineasta italoamericano por su forma de arte, hay dos películas de las que admitió inicialmente no querer formar parte. Durante una entrevista con GQ acerca de su épica sobre Jordan Belfort de 2013, 'El lobo de Wall Street', la reflexión de Scorsese sobre su aclamada película comenzó con estas sorprendentes palabras: "Nuevamente, al igual que con 'Toro salvaje', no quería hacerlo".
Se esperaba que una historia tan impactante y egoísta como la de Belfort generara ciertas dudas, pero las preocupaciones de Scorsese realmente surgieron en relación con las elecciones estilísticas. Sentía que la película, protagonizada por Leonardo DiCaprio, podría parecer demasiado similar a su trabajo anterior en 'Buenos muchachos' y 'Casino': "Ya lo había hecho... ¿Qué más podría aportar?" Al final, el director encontró un nuevo enfoque a través del personaje y la representación del capitalismo desenfrenado que encarnaba.
"Todo está permitido cuando estás ganando dinero, no importa", sugirió. No obstante, en lugar de reflejar la delincuencia organizada que dominaba 'Casino', 'El lobo de Wall Street' se abordó de otra manera. Una vez que lo entendió, Scorsese experimentó con la estructura para crear algo inesperado y sorprendente, una hazaña que definitivamente logró en el montaje final.
La inseguridad de Scorsese respecto a su película de boxeo de 1980, 'Toro salvaje', también parecía surgir de su deseo de innovar. Navegando por el cambiante sistema de estudios entre las décadas de 1970 y 1980, la aversión hacia el personaje de Jake LaMotta en la vida real y el flujo constante de películas centradas en el boxeo, Scorsese tenía un desafío formidable. A pesar de que su propio equipo pensaba que LaMotta era un "monstruo", Scorsese persistió, buscando la humanidad en su protagonista (interpretado por uno de sus colaboradores habituales, Robert De Niro).
"Este hombre puede ser así, pero sigue siendo un ser humano, tiene un corazón, tiene un alma. Al final, encuentra algo de paz consigo mismo y quizás con los que lo rodean. Creo que me sumergí en esta historia para intentar encontrar paz en mi propia vida", explicó.
