Kate Whitley, de 42 años, ha estado aterrorizada por el COVID-19 desde que comenzó la pandemia porque tiene la enfermedad de Hashimoto, una enfermedad autoinmune que sabía que la pone en alto riesgo de complicaciones.
Era natural que ella estuviera preocupada. Dos meses después de contraer SARS-CoV-2 en septiembre de 2022, este hombre de Nashville, EE. UU., fue diagnosticado con COVID-19 persistente. Para Whitley, la niebla mental resultante fue el factor más problemático. Dirige una próspera papelería pero no recuerda los conceptos básicos de su trabajo. No puede tolerar los ruidos fuertes y está demasiado distraído para recordar lo que estaba haciendo.
A Whitley no le gusta el término "niebla mental". Porque esas palabras están lejos de ser suficientes para describir el cambio dramático que ha sufrido su vida en los últimos siete meses.
"Ya no puedo pensar, y luego me doy cuenta de que no soy nada sin mi cerebro. A veces me siento como un caparazón de lo que solía ser", dijo. La niebla mental es uno de los síntomas más comunes del COVID-19 en curso, pero también es uno de los menos conocidos. El 46% de las personas diagnosticadas con COVID-19 en curso se quejan de confusión o pérdida de memoria. [1] Muchos médicos están de acuerdo en que el término es vago y, a menudo, no refleja realmente la enfermedad. Esto complica el diagnóstico y el tratamiento para los médicos. No existen pruebas estándar para la detección ni pautas para el control o tratamiento de los síntomas.
"El término no es muy preciso porque puede significar diferentes cosas para diferentes pacientes", dijo James C. Kennedy. Jackson, Ph. D. Psicología y Escuela de Medicina de la Universidad de Vanderbilt y Autoreines neuen Buches, "Clearing the Fog: A Practical Guide to Long-term COVID-19 Survival to Thrive" [2].
