La marca que dejó la bomba atómica en nuestros cuerpos

La marca que dejó la bomba atómica en nuestros cuerpos
AGENCIAS / EL TIEMPO

Los científicos lo llaman el "pico de la bomba" o el "pulso de la bomba" y desde hace más de medio siglo deja su impronta en el cuerpo humano.

En la década de 1950 hubo tantas explosiones de bombas nucleares en la superficie que estas transformaron la estructura química de la atmósfera y alteraron la composición de carbono de la vida en la Tierra.

A diferencia de la lluvia radiactiva directa de las explosiones, el pico de la bomba no es dañino. De hecho, ha demostrado ser sorprendentemente útil para los científicos en los últimos años. Algunos incluso han ido tan lejos como para describirlo como el "revestimiento plateado de la nube de hongo".

¿Por qué? La huella del pulso es omnipresente hasta el punto de que puede, entre otras cosas, revelar a los científicos forenses cuándo nació o murió una persona, aportar descubrimientos sobre la edad de las neuronas en nuestro cerebro, delatar el origen de la vida silvestre, determinar la añada de un vino tinto e incluso descubrir la verdadera edad de los tiburones centenarios.

Y, ahora, también puede ayudar a definir una nueva era geológica.

En julio, un grupo de científicos recomendó que su presencia en un lago canadiense, junto con otras marcas dejadas por humanos a mediados del siglo XX, debería representar el comienzo oficial del Antropoceno.

Entonces, ¿qué es exactamente el pico de la bomba y qué puede revelar sobre nosotros y el mundo?

Antes de que el tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares de 1963 obligara a las naciones firmantes a probar sus bombas atómicas bajo tierra, los gobiernos detonaron cientos de ellas al aire libre.

Más de 500 de estas explosiones, principalmente realizadas por EE.UU. y la Unión Soviética, irradiaron sustancias en la atmósfera.

Es bien sabido que estos ensayos propagan material radiactivo de forma extensa que daña a los humanos, así como a la vida silvestre, y convierte en inhabitables regiones enteras.

Lo que se conoce menos fuera de los laboratorios científicos, sin embargo, es que las bombas también reaccionaron con nitrógeno natural para formar nuevos isótopos, particularmente el carbono-14.

Hacia la década de 1960, las pruebas atómicas en el exterior habían casi duplicado el volumen de carbono-14 en la atmósfera.

Primero el isótopo ingresó al agua, los sedimentos y la vegetación, y luego pasó a lo largo de la cadena alimentaria hasta los humanos. Incluso ha llegado a organismos en las fosas oceánicas más profundas.

"En esencia, cada depósito de carbono en la Tierra que ha entrado en contacto con el CO2 atmosférico desde finales de la década de 1950 se ha etiquetado como una bomba de carbono-14", publicó Walter Kutschera, de la Universidad de Viena, en una revisión de las aplicaciones científicas del pico para la revista Radiocarbon en 2022.

Los científicos notaron el pico de carbono-14 a mediados del siglo XX, cuando se acabaron las pruebas al aire libre, pero les tomó décadas darse cuenta de que los niveles elevados de ese elemento podían ser útiles.

Desde la década de 1950 usaron carbono-14 para datar restos paleolíticos o textos antiguos, pero se basaban en su desintegración radiactiva, conocida como datación por radiocarbono.

El isótopo es inestable: se descompone lentamente en nitrógeno con una vida media de 5.730 años.

Por ejemplo, tras la muerte de un neandertal la cantidad de carbono-14 en sus huesos y dientes comienza a disminuir gradualmente. Si medimos el nivel de la disminución, averiguaremos la fecha de su muerte.

La datación por radiocarbono se suele limitar a muestras con más de 300 años, debido a la lenta tasa de descomposición del isótopo. Si es más joven, no se habrá descompuesto lo suficiente para calcular una fecha con precisión.

Lo que obstaculiza aún más la datación de muestras recientes es la introducción de CO2 adicional por parte de la humanidad en la atmósfera desde la Revolución Industrial, el llamado efecto Suess.

Sin embargo, los investigadores se dieron cuenta ya en el siglo XXI de que el pico de la bomba podría ayudarlos a usar el carbono-14 de una manera diferente.

Y, lo que es crucial, les permite datar dentro de los últimos 70 u 80 años.

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