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La cinta mexicana 'Tótem' emociona a la Berlinale con una hermosa agonía en familia

La cinta mexicana 'Tótem' emociona a la Berlinale con una hermosa agonía en familia
El Universal / El Tiempo Monclova
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"Tótem" destila mexicanidad, tanto por el lenguaje y espontaneidad de sus intérpretes como por la capacidad de convertir en "celebración" la muerte. 

La película mexicana "Tótem" emocionó hoy a la Berlinale hasta el saludable llanto, a través de la agonía en familia de un hombre joven, al que la directora Lila Avilés arropa con todo el amor posible hasta convertir en celebración la despedida.

La protagonista es un "chiquicuerpo", en palabras de la realizadora,  llamado Sol, la niña que interpreta Naíma Sentíes. Es decir, la hija de Tona, un pintor de talento que fue además el chico más guapo de la playa, ahora en la fase terminal de un cáncer.

Las hermanas del pintor preparan su casa para el que obviamente será su último cumpleaños. Trajinan en la cocina mientras una se tiñe el pelo, la otra se maquilla en el baño o el abuelo médico pasa consulta a sus pacientes con el laringófono que lleva implantado.

Sol es el hilo conductor, pero el hombre joven que agoniza es algo más que un padre. También es la pareja o expareja, el hermano, el hijo, el primo, el amigo o el compañero de viajes de adolescencia, para cada una de las personas que se juntan en esa casa.

"Es una película coral, mi equipo es como una colmena", afirmó la realizadora ante la Berlinale, rodeada en su comparecencia ante los medios de un equipo estrictamente femenino. Acudía a la competición avalada por "La camarista", la película estrenada en 2018 que llevó a la directora (México, 1982) por una cincuentena de festivales.

Además de Sentíes, imán mediático como suele ocurrir cuando se incorpora a un niño en una rueda de prensa, subieron al estrado dos de sus actrices adultas ,Teresita Sánchez y Montserrat Marañón, y la productora Louise Riousse.

Desde su aparente sencillez, "Tótem" sumerge al espectador en las múltiples complejidades de ese núcleo familiar, más los amigos o colegas que se suman a la fiesta. A Avilés le bastan 95 minutos de filme para retratar en unos pocos trazos a la hermana manipuladora, la alcohólica o el abuelo que no quiere fiestas, impaciente ante las secuelas de su enfermedad y la que se llevará a su hijo, la misma que le quitó ocho años atrás a su esposa.

Deja espacio para unas risas, entre ellas a raíz de la visita a la casa de una genial santera que teóricamente va a liberarlos de malos espíritus. Se cobrará 2.500 pesos por la visita, a una familia económicamente exhausta para afrontar nuevas terapias e incluso para pagar a la cuidadora de Tona.

"Tótem" destila mexicanidad, tanto por el lenguaje y espontaneidad de sus intérpretes como por la capacidad de convertir en "celebración" la muerte. 

La Berlinale quedó así bajo el impacto de una de esas películas ante las que el espectador no tiene por qué luchar para contener las lágrimas, más que justificadas y en ningún momento sensibleras.

Es la segunda película de lo que hasta ahora se ha visto de la competición oficial ,que integrarán 19 filmes, que fue recibida con agrado y aplausos, en un festival a cuyo director artístico, Carlo Chatrian suele reprochársele que incorpora a la lucha por los Osos filmes desiguales o sin la talla debida.

La primera gran aspirante al máximo premio se vio el domingo: "Past Lives", de la surcoreano-canadiense Celine Song, que rápidamente se colocó en la cabecera del ránquin de la crítica internacional que publica a diario la revista del festival, "Screen".

También en ese caso, la dirección corresponde a una mujer. Si Avilés cautiva por la mezcla de ternura y sencillez, Song lo hizo con una historia de amor donde todo, incluso la despedida, discurre con suavidad.

La película "familiar" mexicana tendrá su contrapunto, no solo en lo temático, en "La grand Chariot", dirigida por el francés Philippe Garrel y asimismo alrededor de la pérdida del padre, en ese caso el alma que mantiene en pie un teatro de marionetas.

Conforman su elenco tres hijos del realizador, Louis, Esther y Lena, los tres hermanos a los que corresponderá defender la supervivencia del negocio familiar, ya en precario bajo el patriarca, a lo que se suma la cuestión de hasta qué punto es hereditario el amor a ese oficio.

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