Globos espía: el nuevo foco de tensión EU-China
El Universal / El Tiempo MonclovaTras estas acusaciones, la cancillería china emitió, 12 horas después, un comunicado en el que reconoció el ingreso involuntario de una aeronave no tripulada al espacio aéreo de Estados Unidos.
Se atribuye la invención de los globos aerostáticos al estratega militar y héroe casi mítico de la antigüedad china, Zhuhe Liang, quien vivió del año 181 al 234 de nuestra era. Estos globos primitivos consistían en cuerpos de diversos tamaños y formas, con estructuras de bambú recubiertas de papel de china, y una base de parafina que al encenderse producía el aire caliente que elevaba al globo e iluminaba el campo de batalla por las noches.
En la China contemporánea la tradición continúa con el Festival de las Linternas que se celebra 15 días después del inicio del Año Nuevo chino y consiste en encender pequeños globos de papel y seda que iluminan el cielo nocturno a lo largo y ancho del país. De acuerdo al calendario lunar, este año el festival tuvo lugar la noche del 5 de febrero, justo tres días después de que de manera oficial y pública el portavoz de la las Fuerzas Armadas estadounidenses diera a conocer que se había detectado un globo aerostático que sobrevolaba su territorio a gran altura, y al que de inmediato se le atribuyeron funciones de espionaje al servicio de Beijing.
La información del Pentágono precisó que el globo no representaba ningún riesgo militar o físico para nadie y que no era la primera vez que se observaban esta clase de objetos voladores en los últimos años. Se supo después que en los días previos hubo avistamientos del mismo esférico blanco surcando los cielos de Montana.
Tras estas acusaciones, la cancillería china emitió, 12 horas después, un comunicado en el que reconoció el ingreso involuntario de una aeronave no tripulada al espacio aéreo de Estados Unidos. Explicó que se trataba de un artefacto civil con fines de investigación meteorológica, cuya capacidad limitada de autodirección se vio afectada por rachas de viento inusuales que lo desviaron de su curso original. Lamentó el incidente debido a una causa de fuerza mayor, y manifestó su mejor disposición para mantenerse en contacto con las autoridades estadounidenses a fin de aclarar la situación.
No obstante, y haciendo caso omiso de lo anterior, el gobierno estadounidense tomó la decisión de desplegar su enorme poderío aéreo para derribar al “globo espía” con la facilidad de quien aplasta una burbuja de jabón. La decisión se tomó una vez que el artefacto dejó tierra firme y sobrevolaba ingrávido sobre las aguas territoriales de Estados Unidos en la costa de Carolina del Norte.
Según el Departamento de Defensa, el tamaño del globo —de 61 metros de alto y con un peso aproximado de una tonelada— representaba un peligro para la población civil o sus propiedades en tierra, y tal fue el principal argumento para justificar su decisión. Los restos cayeron sobre el mar, donde una parte fue recuperada por el ejército estadounidense.
En un nuevo comunicado oficial China desaprobó la medida y protestó enérgicamente por este hecho. Reiteró que desde el primer momento se brindó informaron precisa a las autoridades estadounidenses sobre la naturaleza civil del artefacto y el desvío involuntario de su trayectoria. Aclaró que se le pidió puntualmente al gobierno de Estados Unidos que actuara con cautela y moderación, y que al reconocer públicamente —como lo hizo el vocero del Pentágono— que el globo no representaba una amenaza militar o física para la población civil, no sólo resultó desproporcionado el uso de la fuerza militar, sino que además violó las prácticas internacionales en materia de aeronáutica civil. China afirmó finalmente que respaldará a la empresa propietaria del globo en el caso de que emprenda una demanda legal por lo ocurrido.
El incidente provocó que Estados Unidos decidiera posponer la próxima visita a China del secretario de Estado, Antony Blinken, aclarando que se re-agendará una vez que existan “las condiciones necesarias” para realizar el viaje. A esta decisión, que manda una señal de endurecimiento diplomático, le siguieron nuevas acusaciones de la Casa Blanca en relación a los “globos espías”, tras asegurar que se trata de un programa con propósito de inteligencia militar que incluye el despliegue de otros globos en Latinoamérica así como el avistamiento previo de al menos otros cinco artefactos similares en los cielos estadounidenses.
De igual manera desató un interesante debate interno en Estados Unidos. Por un lado, Mike Round, un senador del ala dura del Partido Republicano y miembro del Comité para las Fuerzas Armadas, declaró a la cadena Fox News lo más elemental: que hubiera sido mejor capturar globo para revisar si en efecto portaba equipo de espionaje, y que al decidir derribarlo —más bien con fines político electorales— probablemente lo que quiso el gobierno de Biden fue hacer una demostración pública de su firmeza para tomar decisiones audaces, amén de exhibir públicamente la capacidad defensiva de la fuerza aérea estadounidense. Por el otro, los voceros del Pentágono se vieron obligados a confirmar que el globo en cuestión no contaba ni de lejos con capacidades de vigilancia superiores a las de cualquier satélite chino que orbita sobre la circunferencia terrestre, con lo cual es posible concluir que sería un total despropósito utilizar un globo de tecnología por demás limitada, frente a la capacidad de vigilancia de la enorme red de satélites chinos.
En cualquier caso, se trata de un nuevo sainete mediático por el cual Estados Unidos construye la narrativa de una nueva “guerra fría” para el siglo XXI que China ni busca, ni promueve. Por el contrario, lejos de subirse al carro de la confrontación, Beijing acude a las cartas de la diplomacia: aceptó la reanudación del diálogo bilateral tras la crisis que desató la visita temeraria y provocadora de la congresista Nancy Pelosi a Taiwán, y promovió el encuentro entre entre Xi Jinping y Joe Biden en el marco de la cumbre del G20 en Bali, cuya conversación moderada y diplomática pavimentó el camino para el necesario entendimiento entre las dos superpotencias de nuestro tiempo.
De un lado la diplomacia, del otro, la pirotecnia que aspira a alimentar la paranoia secular de la población estadounidense, siempre necesitada de una amenaza externa y de un enemigo temible: misiles soviéticos, globos chinos o naves extraterrestres. Aun así, pronto quedará en el olvido este nuevo desencuentro artificioso, para ceder su lugar a la menos taquillera pero más efectiva acción de la diplomacia y el diálogo, que el gobierno de Beijing ha dado repetidas muestras de preferir.
Es difícil de creer que China, la superpotencia cuya revolución científica y tecnología le permiten ahora mismo tener sondas explorando las superficies de Marte y de la Luna, eligiera utilizar un artefacto tan rudimentario, notorio a simple vista y difícil de maniobrar como lo es un globo aerostático —digno heredero de la tecnología que inventó Zhuhe Liang hace más mil ochocientos años— para realizar las labores de inteligencia que cualquier satélite chino, capaz de detectar desde la estratósfera una aguja en un pajar, podría emprender sin exponerse a ser detectado.
Hay algo de kafkiano, y otro tanto de realismo mágico, en el hecho de que un invento milenario chino que hoy es parte de su cultura popular y sus fiestas tradicionales, al menos por un momento se haya convertido en el protagonista efímero de la agenda política internacional.
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