Un nuevo estudio publicado en el American Journal of Preventative Medicine ha encontrado que las personas que viven en la pobreza tienen una mayor probabilidad de desarrollar demencia en comparación con las personas de un nivel socioeconómico más alto, independientemente del riesgo genético.
Los investigadores examinaron datos de 196 368 participantes del Biobanco del Reino Unido cuyo riesgo genético de desarrollar demencia fue evaluado.
En el estudio, se analizó la pobreza, o el bajo nivel socioeconómico, en dos niveles. Los investigadores investigaron la contribución de la privación socioeconómica individual, incluidos los bajos ingresos y la riqueza. También analizaron la privación socioeconómica a nivel de área, incluidas las tasas de empleo y la cantidad de personas que tenían un automóvil o una casa. Calcularon el riesgo de desarrollar demencia y lo compararon con el riesgo genético de demencia.
Descubrieron que la privación, tanto vinculada a las condiciones socioeconómicas de los hogares como a nivel del área, contribuía al riesgo de demencia. El aumento del riesgo se asoció especialmente con las personas que vivían en barrios muy desfavorecidos.
Para los participantes con riesgo genético moderado o alto, vivir en un área muy desfavorecida se asocia con un riesgo aún mayor de desarrollar demencia, incluso después de ajustar las variaciones en las condiciones socioeconómicas entre los hogares individuales.
Algunos participantes tenían datos de imágenes cerebrales disponibles. Esto indicó que vivir en la pobreza estaba relacionado con más daño a las fibras nerviosas llamadas materia blanca, que permite la comunicación entre diferentes áreas del cerebro. Esto se aplica tanto a nivel individual como de área.
La Dra. Janice Ranson, investigadora principal de la Facultad de Medicina de la Universidad de Exeter y coautora principal del estudio, comentó: “En medio de una crisis del costo de vida, nuestros hallazgos de que las personas que viven en la pobreza corren un riesgo particular de desarrollar demencia son de vital importancia. Por supuesto, evitar la demencia sería una de las muchas ventajas de sacar a las personas de la pobreza, aunque lamentablemente ese no es un objetivo muy realista para muchos. Lo que podemos hacer es asegurarnos de que los nuevos servicios emergentes de prevención de la demencia se dirijan a este grupo particularmente vulnerable”.
El profesor David Llewellyn, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Exeter y coautor principal del estudio, también agregó: “El vínculo entre la pobreza y el riesgo de demencia destaca la importancia de las influencias ambientales en la salud del cerebro. Es motivo de optimismo que los beneficios potenciales de las intervenciones de reducción de riesgos no se limiten a aquellos con un riesgo genético bajo. Por lo tanto, comprender el vínculo entre la pobreza y la demencia es fundamental para desarrollar estrategias y políticas efectivas para prevenir esta condición devastadora”.
