Hay que tener en cuenta algunos factores para que durante este momento del día no se cometa ningún fallo
Darse una ducha caliente después de una dura jornada o tras un intenso entrenamiento es uno de los mejores momentos. El agua cae por la piel, el vapor sube y el olor del jabón llena el baño. Es como entrar en un mundo nuevo por unos minutos, donde todo está en paz.
Pero cuidado, porque este relajante momento no es tan sencillo como echarse agua y jabón. Se tienen que tener en cuenta algunos factores para que sea una ducha perfecta.
- La duración de la ducha:
Limitar la duración de la ducha es un factor importante para mantener una piel sana y nutrida, especialmente cuando el agua es de tipo duro. Para evitar cualquier problema, lo más recomendable es darse una ducha que dure, como mucho, un cuarto de hora. Esto permitirá no exponerse en exceso al agua, pero al mismo tiempo se dispondrá de tiempo suficiente para limpiar y refrescar eficazmente la piel.
- La temperatura del agua:
Es importante utilizar agua que no esté ni demasiado caliente ni demasiado fría, ya que ambos extremos pueden ser perjudiciales para la piel y causar molestias. Se recomienda utilizar agua tibia que resulte agradable para la piel, así como evitar la exposición prolongada a agua demasiado caliente o demasiado fría.
Hay que tener en cuenta que la piel es un órgano sensible y delicado que puede verse fácilmente afectado por los cambios de temperatura. Por lo tanto, cuando hay un exceso de temperatura, el agua puede eliminar la grasa natural de la piel y provocar sequedad, rojeces y picores. En el caso de que se pase demasiado rato bajo el agua caliente, pueden aparecer ampollas y quemaduras.
Por otro lado, el agua fría puede causar incomodidad, haciendo que la experiencia de la ducha sea menos agradable. Además, el agua fría puede hacer que los poros se cierren, dificultando que el jabón y el champú limpien de forma eficaz la piel y el cabello.
- Elección del jabón:
No todos los geles valen, por lo que hay que dedicarle algo de tiempo a esta elección, que muchas veces parece que es intrascendente. Se debe elegir un jabón que sea suave y adecuado.
Tipo de piel, ya que algunos pueden tener productos demasiado agresivos como sulfatos, parabenos y fragancias artificiales. Todos estos mejor dejarlos estar.
Por otra parte, las personas con piel reseca pueden beneficiarse del uso de un gel hidratante, mientras que las de piel más grasa pueden decantarse por un gel diseñado para controlar la secreción sebácea.
- Usar champú de forma muy frecuente:
El champú no siempre tiene que ser uno de los protagonistas de las duchas. Es preciso equilibrar el exceso y la falta de champú, ya que ambos pueden tener efectos negativos sobre el cabello y el cuero cabelludo.
Aplicar demasiado champú puede provocar una excesiva producción de grasa en el cuero cabelludo, lo que se traduce en un cabello graso, plano y lacio. Por otro lado, un champú insuficiente puede provocar la acumulación de suciedad y grasa, por lo que el pelo quedará sin vida.
En este sentido, es recomendable conocer qué tipo de cabello se tiene y actuar en consecuencia. Si es graso, se puede utilizar champú de forma diaria. Pero si no lo es, quizás es mejor utilizarlo solamente un par de veces por semana.
- No ventilar el cuarto de baño
Olvidarse de la ventilación del lavabo puede causar una acumulación excesiva de humedad y el posterior crecimiento de moho y hongos. Esto puede provocar problemas de salud y causar daños en el cuarto de baño. Por lo tanto, es importante limpiar la ducha con regularidad y el resto del baño para evitar que aparezca el moho y los hongos.
Por otra parte, también es importante dejarlo todo limpio y seco para minimizar el riesgo de caída, que es uno de los peligros que tiene moverse por superficies mojadas.
