El término diversidad, en palabras de Ruth Evelyn Cienfuegos, diplomática y especialista en Gobernabilidad Democrática, se refiere a la diferencia o a la distinción entre personas, a la variedad, a la infinidad o a la abundancia de cosas diferentes, a la desemejanza, a la disparidad o a la multiplicidad.
El concepto de diversidad, bajo este sustento, es aplicable en muchos ámbitos y hace alusión a las diferencias que puede haber entre personas, animales, grupos, cosas, opiniones, elecciones, entre muchas otras.
En el ámbito de los seres humanos, la diversidad existe en las áreas cultural, étnica, sexual, lingüística, ideológica, religiosa, entre otras.
En 2004, el PNUD, la principal agencia de Naciones Unidas para el desarrollo internacional, publicó el informe “La libertad cultural en el mundo diverso de hoy”, el cual explica que la libertad en el mundo diverso de hoy representa uno de los desafíos centrales de nuestra época y que las decisiones políticas sobre el reconocimiento de las diversidades étnicas, religiosas, idiomáticas y éticas, entre otras, constituye una característica fundamental del panorama político del siglo XXI.
De hecho, la diplomática Evelyn Cienfuegos advierte que los conflictos que se han generado en la actualidad en muchos países de la región de América Latina se deben, en gran parte, a que los nuevos gobiernos le han quitado protagonismo a la diversidad, ya que, en lugar de fomentar el debate abierto, las opiniones se silencian y se excluyen. Las mujeres, los jóvenes y los representantes de la clase trabajadora, las minorías y los movimientos populares quedan relegados.
A esto, debe abonarse en el caso de México, donde hay un despertar de conciencias, dicho incluso por la así llamada Cuarta Transformación, aunque muy distante de ella, que nuestro país vive un boom de diversidades coexistiendo en un mismo momento y contexto histórico.
Diversidades mexicanas, lo mismo de género, políticas, culturales y hasta generacionales.
En este panorama diverso, aunque la base de cada diversidad es innegable, la labor de los gobiernos no se relega de la escena permisiva o lacerante.
El actual Gobierno mexicano, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha defendido su idea de liberal y ha manifestado en más de mil conferencias mañaneras que, en comparación con otras administraciones federales, ellos “no son iguales”.
Ser liberal, sin embargo, no puede alejarse de ser diverso. Y ser diverso o aceptar la diversidad, no puede convivir al mismo tiempo con una falacia de tolerancia que desacredita las discrepancias o las amenaza con un Plan B o uno C para imponer su voluntad.
Los dichos de AMLO en su conferencia mañanera son una cosa, pero la realidad de las diferencias entre liberales, diversos y conservadores, es otra.
López Obrador es el segundo presidente más popular del mundo, tal cual él mismo lo presume, pero tener la aceptación de la mayoría y atentar contra las minorías, por más opuestas que sean, redunda en una imposición más que en un verdadero Gobierno de voluntad popular.
Con el Congreso mayormente perdido y el Poder Judicial vulnerado, ojalá que al menos el pueblo pueda ser un contrapeso a sus planes autocráticos.
