Desentrañando el misterio de la COVID-19 persistente

Desentrañando el misterio de la COVID-19 persistente
AGENCIAS / EL TIEMPO

Tras contraer COVID-19 por segunda vez en julio de 2022, Daniel Lewis sufrió dolores de cabeza persistentes, dolor en el pecho y tuvo una frecuencia cardiaca peligrosamente alta. Recuerda que también estaba tan agotado haciendo el equipaje para una boda familiar que debía descansar cada vez que metía algo en la maleta.

En lugar de asistir a la boda, este analista de datos de 30 años de Washington, D. C., Estados Unidos, acudió a su médico, que le diagnosticó "alguna cosa posviral" y le prescribió reposo. Lewis encontró un nuevo médico, acudió a una clínica de COVID-19 persistente y vio a múltiples especialistas, pero un año después sigue enfermo… y discapacitado. Cumple los criterios oficiales para la COVID-19 persistente (síntomas que duran más de cuatro semanas).

Ahora utiliza una silla de ruedas eléctrica siempre que sale de su apartamento, muy diferente de su vida anterior a COVID-19, cuando entrenaba para una media maratón.

"Algunos médicos han intentado ayudar de verdad. La mayoría no sabe realmente lo que es la COVID-19 persistente y [...] como no existe una orientación oficial sobre los pacientes con esta enfermedad, se limitan a cruzar las manos y decir que no hay nada que hacer". Eso podría estar cambiando, al menos la parte sobre la orientación oficial. Nuevos hallazgos publicados en JAMA indican que estamos cada vez más cerca de desentrañar en qué consiste la COVID-19 persistente y podrían ayudar a perfeccionar la forma de definirla y diagnosticarla.[1] El estudio, publicado en mayo, identificó los 37 síntomas más comunes de COVID-19 persistente, un paso importante hacia una mejor comprensión y tratamiento de la enfermedad, que afecta aproximadamente a 65 millones de personas en todo el mundo.[2]

Aunque el estudio Development of a Definition of Postacute Sequelae of SARS-CoV-2 Infection proporciona una forma de identificar sistemáticamente la afección, los autores dejaron claro que se trata de algo importante, pero que solo es un primer paso.[1] Poner nombre a los síntomas es muy diferente a entender qué los causa y entenderlos es fundamental para desarrollar tratamientos eficaces, afirmó el Dr. Bruce Levy, neumólogo y coautor del estudio, jefe interino de medicina en el Brigham and Women's Hospital de Boston y profesor de medicina en la Harvard Medical School, ambas en Estados Unidos.

Los investigadores se basaron en los síntomas autoinformados por los 9.764 participantes, todos ellos adultos, que forman parte de la iniciativa en curso Researching COVID to Enhance Recovery (RECOVER), un estudio longitudinal dirigido por National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos. Algunos pacientes padecían COVID-19 desde hacía tiempo cuando se inscribieron en el estudio, otros la presentaron después y muchos nunca la habían padecido o lo desconocían.

En otros estudios, la mayoría de ellos con grupos más pequeños de pacientes, se han examinado biomarcadores, factores de riesgo y síntomas específicos de la COVID-19 persistente.[3,4,5] El Dr. Levy afirmó que es importante disponer de una definición de COVID-19 persistente basada en los síntomas y extraída de una gran cohorte de pacientes que informaron sobre sus experiencias con los síntomas durante las secuelas de la infección. Sin embargo, señaló que dado que los participantes se ofrecieron voluntariamente para el estudio y no fueron elegidos en función de criterios específicos, es posible que no sean representativos de la población más general de pacientes con COVID-19 persistente.

 
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