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Depresión infantil, la tristeza que no debería existir

Depresión infantil, la tristeza que no debería existir
AGENCIAS / EL TIEMPO
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Autismo, TDAH, depresión, ansiedad... Son algunas de las patologías más frecuentes a la hora de hablar de salud mental de los más pequeños. 

Según explica Dra. Silvia Mabry, especialista en Psiquiatría infantil en el Hospital Quirónsalud Zaragoza, existen dos grandes tipos de patologías: «Empezaríamos en la infancia con los trastornos del neurodesarrollo como el Trastorno del Espectro Autista o el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y en la adolescencia encontraríamos patologías más tipo depresivo como la depresión o la ansiedad», expone la especialista.

La clave, asegura, es detectar los síntomas a tiempo para abordar un tratamiento eficaz. «Las patologías del neurodesarrollo se detectan con cierta facilidad tanto en el ámbito familiar como en el educativo, porque el niño no responde a los hitos que cabe esperar de sus diferentes fases de desarrollo o empiezan con fracaso escolar, y son los colegios y los propios padres los que empiezan detectando estos primeros síntomas», explica la Dra. Mabry, que añade que, en el caso concreto del autismo, podemos encontrarnos con bebés que no fijan la mirada a los padres, que no hay una sonrisa social, una interacción o un interés en que el adulto le preste atención más allá de las necesidades básicas. «Los síntomas en los niños y adolescentes no son como en los adultos, debido a su variedad, son a veces difíciles de distinguir. A medida que el niño crece, y más cuando deviene en adolescente, emergen problemas más difíciles de diagnosticar, el más importante de los cuales es la depresión.», señala la psiquiatra del Hospital Quirónsalud Zaragoza.

La depresión, en general, es en la actualidad el problema de salud mental más prevalente en todo el mundo, hasta el punto de que se empieza a considerar que su expansión está alcanzando proporciones epidémicas. Pero cuando pensamos en este trastorno solemos imaginar a una persona adulta, con una serie de síntomas conocidos por todos (tristeza, pérdida de la capacidad para disfrutar, llanto recurrente) y solemos olvidar que también los niños la padecen de un modo específico y acorde con su momento evolutivo.

La Dra. Berta Cejas, Jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Universitari Sagrat Cor de Barcelona, destaca que «la depresión es el trastorno del ánimo más prevalente en niños y adolescentes y constituye un importante problema de salud pública, hasta el punto de que es la principal causa de discapacidad por enfermedad a nivel mundial entre los 10 y los 24 años». Además, advierte la especialista, constituye un factor de riesgo de suicidio en adolescentes y es uno de los principales motivos de muerte en este grupo de edad.

Lo innato y lo adquirido

En cuanto a los orígenes del problema, la causa de la depresión infantil es multifactorial, basada en el modelo diátesis-estrés, es decir, que cuenta tanto con elementos biológicos y genéticos (lo «innato») como con experiencias vitales (lo «adquirido»). Esto quiere decir que la depresión en niños se desarrolla con más facilidad en aquellos que cuentan con predisposición biológica y que además estén expuestos a ciertos factores ambientales.

A grandes rasgos, explica la psiquiatra del Hospital Universitari Sagrat Cor, los factores biológicos que destacan como principales causas de depresión son genéticos (es decir, hereditarios), neurobiológicos (alteraciones de algunos neurotransmisores) y neuroendocrinos, o sea, ligados al sistema de secreción interna del hipotálamo.

Junto a los factores biológicos, actúan los factores ambientales de tipo psicológico, familiar y social: duelos, pérdidas, abusos, acoso, etcétera, etcétera.

El conjunto de todos estos factores, presentes o sobrevenidos en el niño, provoca una variada problemática que no resulta fácil de detectar ni, menos aún, de resolver.

Síntomas de la depresión infantil

A nivel clínico, la depresión de un niño se manifiesta en un conjunto de síntomas que conllevan un impacto negativo en el funcionamiento normal del niño o del adolescente. «Se trata por lo general de síntomas afectivos, como irritabilidad, tristeza, pérdida de interés y de disfrute con las actividades, aislamiento o ansiedad, y de síntomas cognitivos, como son la dificultad de concentración, los olvidos y despistes, las rumiaciones negativas, la baja autoestima, las ideas de muerte o suicidio o los pensamientos delirantes», detalla la Dra. Berta Cejas, si bien añade que también pueden darse síntomas físicos, como inquietud o agitación, cansancio, alteraciones del sueño y del apetito, e incluso múltiples somatizaciones inespecíficas, como dolor abdominal o cefaleas.

«Hay que tener en cuenta que, en el caso del niño, y más cuanto más pequeño, junto a su malestar se encuentra el problema de su dificultad para expresarse, en la medida en que aún no dispone de un vocabulario suficiente ni de un conocimiento adecuado para expresar su malestar en un contexto social suficiente para entender sus problemas», señala la especialista.

Tratamiento integral

Por eso, el tratamiento de la depresión infantil debe ser integral, y debe basarse en un modelo biopsicosocial con el que se realizará un abordaje tanto del niño o adolescente como de la familia.

Es fundamental destacar la importancia de la participación de la escuela en el proceso terapéutico, ya que en muchas ocasiones sus profesionales deberán colaborar no solo proporcionando un soporte emocional al niño sino también una adaptación curricular en las diferentes etapas del proceso curativo.

Los pilares del tratamiento de la depresión infantil deberán, pues, sostenerse en tres pilares: la psicoeducación, la psicoterapia y la farmacoterapia.

La psicoeducación es imprescindible para que tanto el paciente como la familia conozcan en qué consiste la enfermedad, el plan terapéutico y los objetivos, para mejorar así la adherencia del tratamiento a los avances del enfermo.

La psicoterapia, en concreto la terapia cognitivo conductual, es la mayor evidencia que existe para el tratamiento de la depresión infantil, con sesiones individuales y familiares, así como grupales. También ha demostrado ser útil la terapia interpersonal, que se estructura en torno a las relaciones del paciente con su entorno.

En cuanto a la farmacoterapia, estará indicada, bajo prescripción médica, en casos de depresión infantil moderada o severa junto a la psicoterapia, o en aquellos casos que no han respondido al tratamiento psicoterapéutico

En todo caso, ante la duda de que nuestro hijo pueda padecer una depresión es importante acudir a un especialista, ya que la identificación temprana, un manejo adecuado de la situación y un tratamiento eficaz pueden reducir el impacto negativo.

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