Culpabilidad, frustración o intranquilidad, tristeza persistente, ansiedad y pesimismo son algunos de los principales sentimientos de la depresión. Un trastorno que, según organizaciones médicas, afecta a casi 3 millones de personas en España
Un estudio reciente en el que ha colaborado la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ha constatado que el uso de aplicaciones móviles puede ayudar en el tratamiento de los síntomas de esta enfermedad, el trastorno mental más prevalente en nuestro país.
A través de la revisión de la literatura científica los investigadores detectaron 29 ensayos controlados aleatorizados que habían estudiado la eficacia de las intervenciones en salud móvil aplicada a la salud mental, mostrando que las intervenciones híbridas, aquellas que combinan el uso de apps con presencialidad, resultaron ser las más efectivas. “Asimismo, se mostraron efectos moderadamente positivos de la salud móvil en comparación a intervenciones no activas como son las listas de espera, las intervenciones mínimas o la práctica clínica habitual. Y resultaron ser más eficaces en personas con síntomas de moderados a graves que en personas con sintomatología leve”, declara a Univadis Carme Carrion, investigadora que lidera esta iniciativa del eHealth Lab, grupo interdisciplinario de la UOC y que focaliza su actividad en torno al diseño, implantación y evaluación de distintas soluciones digitales que quieren mejorar la eficacia, eficiencia y seguridad de diferentes intervenciones dirigidas tanto a profesionales de la salud como a pacientes.
Aunque la experta no considera que las herramientas de salud digital deban sustituir a los profesionales, “sí resulta muy interesante la combinación de ambos para propiciar un enfoque personalizado. Mientras el profesional puede ofrecer su experiencia y empatía propia del ser humano, la salud digital puede ofrecer la inmediatez y el acompañamiento las 24 horas, los 7 días de la semana. Nos sustentan los resultados del metanálisis que realizamos, donde se observó que las intervenciones híbridas eran aquellas que resultaron ser las más eficaces”, matiza.
Además de la eficacia de las intervenciones híbridas para reducir los síntomas depresivos, otro de los patrones observados en el estudio es que los usuarios prefieren las aplicaciones sencillas y fáciles por encima de las que ofrecen muchas posibilidades y opciones pero que no son tan comprensibles. Según destaca Aïna Fuster, otra de las investigadoras del proyecto, “resulta interesante remarcar que las estrategias utilizadas más comunes a través de la salud móvil fueron los recordatorios para aumentar la adherencia, la psicoeducación, la instauración de objetivos, así como la gamificación”. Es decir, trasladar elementos propios de un juego a un entorno diferente, “como la app en nuestro caso, para mejorar síntomas depresivos, ya sea ayudando a que la persona aprenda más, mejorando alguna habilidad o sirviendo como recompensa de algo. Un ejemplo podría ser la recompensa que obtiene el usuario en forma de moneditas o puntos o lo que se considere, por anotar la toma de medicación”, pone como ejemplo Fuster.
Como expone el trabajo, en los repositorios de aplicaciones hay decenas que quieren prevenir o tratar la depresión, pero muy pocas tienen evidencia científica detrás o han contado con la ayuda de profesionales o pacientes. “En el mercado existe una gran cantidad de aplicaciones catalogadas dentro de la categoría de salud, pero dentro de ese gran volumen la mayoría de ellas no se sustentan con evidencia científica. En la búsqueda que hicimos en repositorios de App Store de Apple como en Google play se identificaron más de 500 disponibles”, explica Carrion.
Esta abundancia de aplicaciones ha constituido para las investigadoras una de las principales dificultades para llevar a cabo su investigación. “Ya resulta difícil la identificación de aplicaciones específicas para la depresión entre la multitud. Aun así, lo que más alarma genera, desde nuestro punto de vista, es que, entre el gran volumen de apps disponibles, la mayoría de ellas no sean validadas y, por lo tanto, no se sepa el efecto potencial de esa intervención”, declara Fuster.
De las 30 aplicaciones que analizaron en detalle, solo 8 tenían evidencia científica publicada y accesible. “Por lo tanto, entendemos que si ya hay cierta dificultad para encontrar una aplicación específica para depresión, cuando la has encontrado, seguramente hay limitada evidencia que sustente que aquella intervención va a ser beneficiosa. En este sentido, creemos que es esencial desarrollar metodologías estandarizadas para poder evaluar de forma sistemática las aplicaciones”, agrega Carrion, quien también destaca la importancia de dar soluciones individuales a cada pacientes.
“Se está avanzando hacía modelos de atención centrados en la persona, que debe ser el centro de su atención. De ahí la importancia en los tratamientos con enfoque personalizado, aún más cuando se trata de la salud mental. Aunque somos conscientes que no se puede esperar que la ratio de profesionales sanitarios sea de 1 para cada persona, consideramos que la salud digital puede desempeñar un papel fundamental y esencial en ese enfoque”, declara la principal responsable del proyecto, con financiación del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y gracias al cual se desarrollará una herramienta para ayudar a pacientes y profesionales a determinar cuáles son las mejores aplicaciones para tratar esta enfermedad.
“De momento, hemos terminado la fase en la que un grupo de expertos han determinado los criterios a través de una metodología de consenso que debe incluir una herramienta evaluadora de apps cuyo objetivo es el manejo de la depresión. Ahora estamos desarrollando talleres de co-diseño con profesionales sanitarios y pacientes para saber qué forma debe tener la herramienta y qué elementos son los más relevantes”, explica Fuster. El próximo paso será diseñar la primera versión de la herramienta para obtener un estudio piloto de viabilidad y usabilidad y poder finalmente realizar su validación. Un proceso que las investigadoras, calculan, tomará aproximadamente un año.
Según explican las investigadoras del eHealth Lab, entre los retos actuales de las aplicaciones para el manejo de la depresión, uno de los más imprescindibles es la evaluación de la efectividad y seguridad de las apps. “Si bien existen algunas iniciativas que van avanzando en la definición de una metodología de evaluación determinada, la mayoría de ellas solo abordan aspectos parciales y, por lo tanto, no se sabe el efecto global potencial. En ese sentido, desarrollar metodologías estandarizadas para evaluar que una app sea segura y efectiva constituye un reto importante”, señala Carrion. “En cuanto contemos con una metodología para la evaluación sistemática de las apps de salud mental en general, y de depresión en particular, probablemente se favorecerá que, tanto las personas usuarias como los profesionales sanitarios, puedan utilizar e incluso prescribir aplicaciones de forma segura, sabiendo que el efecto que van a producir va a ser útil y seguro para las personas que las utilicen”, matiza Fuster.