En el mundo gastronómico, el debate sobre si es mejor el pollo de carne amarilla que el blanco ha sido motivo de discusión entre consumidores preocupados por la calidad de sus alimentos.
La creencia común es que el color amarillo de la carne está asociado a la rusticidad y la crianza al aire libre, pero según la Federación Avícola Catalana (FAC), esta percepción es un mito.
En un reciente artículo publicado en la revista de la Federación Catalana de Carniceros y Cansaladers-Xarcuters, la FAC desmiente la idea de que existan diferencias significativas entre el pollo blanco y el pollo amarillo. La clave, explican los expertos, radica únicamente en la coloración de la piel y la grasa, sin afectar las propiedades nutritivas de la carne.
La FAC subraya que ambos tipos de carne provienen de las mismas estirpes y tipos de cría. La única variación notoria es la composición de la alimentación, donde el pollo amarillo se beneficia de carotenoides.
Estos pigmentos naturales, presentes en diversos alimentos, aportan el tono amarillo a la piel, la grasa y la carne del ave. Los carotenoides se incorporan a la dieta de las aves mediante la adición de maíz y/o pigmentos, sin que esto afecte negativamente a la calidad nutricional del producto final.
Para aquellos consumidores preocupados por la procedencia y calidad de su pollo, la FAC también brinda información sobre cómo identificar pollos de producción ecológica.
Estos se distinguen por criarse en condiciones naturales y seguir un proceso de certificación riguroso. Su alimentación se compone de vegetales certificados ecológicamente, sin aditivos químicos ni organismos genéticamente modificados.
Además, los pollos ecológicos tienen acceso a pastos y alimentos naturales, como semillas, hierbas e insectos, enriqueciendo su dieta con nutrientes esenciales.
