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'Tamales' el platillo latino con el que se celebra en familia

'Tamales' el platillo latino con el que se celebra en familia
Agencias / El Tiempo de Monclova
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El calor de los tamales nos lleva a reunirnos en la mesa esta navidad para compartir el sabor de México.

Este Es tiempo de tamal y todo está bien. Diciembre suele llegar como aquel invitado a la mesa —que sabíamos desde el inicio que venía en camino— pero al que no siempre recordamos ponerle su lugar. Todo ocurre de repente, como en un giro no anunciado a vuelta de página.

Así que no queda más que darle la bienvenida y recordar por qué suele ser el más alegre (y abundante) de todos los meses. Diciembre también es sinónimo de tamales, desde el norte de México, en un viaje directo sobre un ‘Burrito sabanero’, hasta llegar al sur, donde topas con el sabor inconfundible de las humitas andinas.

Tradición. En el caso de nuestros países, el cielo cambia y brilla de cierta manera, las lluvias suelen ser igual de caprichosas que los vientos fríos, pero solo hay algo seguro: la familia revivirá ciertas dinámicas que solo se dan en este tiempo de conciliación. Es la oportunidad para compartir recetas —y uno que otro chisme en la cocina—, es también hora de recordar la sazón de una abuela que ya se adelantó y de, por qué no, tocar asuntos más difíciles, una vez que el ponche suba los ánimos. ‘En la mesa no se habla de dinero, política, ni religión’, esta es una frase propia de las fiestas latinoamericanas en esta época. Aunque quizás las matriarcas no se percatan de que al organizar un banquete, estos tres factores se unen y conspiran para crear así una celebración anual, en la que ellas logran el verdadero milagro de pascua: multiplicar la comida al máximo y hacernos agradecer en cada bocado que probamos, más allá de las diferencias. Al preparar los tamales, tanto en esta época, como en cualquier momento del año, los fogones logran mezclar algunos de los ingredientes más amargos: el picor de inflación, el sinsabor de las agendas políticas y el toque agridulce de un mundo conflictuado. Todo esto se evapora y se sublima con una gran dosis de amor legítimo, repeticiones históricas y la certeza, tan latina, de que ‘lo importante es permanecer unidos’. En la mesa navideña, el tamal es solo una metáfora deliciosa de la poderosa mezcla que somos como región: maíz vivo de aquí, el alma de hojas de plátano de latitudes lejanas y los ingredientes importados de Europa. Al final todo armoniza y se presenta en este formato que cabe en las manos y viene envuelto como el más preciado de todos los regalos. El tamal es eso, un regalo que sabe mejor si se comparte. El verdadero valor de los tamales no está solo en su nombre propio, sino más bien en el interior. En su sencillez compacta pueden contar historias enteras de éxodo y al mismo tiempo, hablarnos de la permanencia de las tradiciones. Una hallaca caraqueña, con su toque dulce, reafirma la mezcla de culturas que son parte de nuestro ADN. Un nacatamal (en la combinación de papas y aceitunas) cuenta las infinitas posibilidades de esta tierra. Los tamales colorados de Guate con su pizca de limón son una alegría inesperada, una que nos da esperanza en lo que se viene el próximo año;  y así es como el tamal  se convierte en el platillo más comido y esta en el corazón de México.

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