Pasó más de 3 mil días secuestrada: así logró engañar a su victimario y escapar

Pasó más de 3 mil días secuestrada: así logró engañar a su victimario y escapar
Redacción / El Tiempo de Monclova

Quizá lo único que conservaba igual que hacía ocho años era su nombre. De resto, Natasha no era, ni de lejos, la misma niña que había sido raptada por Wolfgang Priklopil en 1998

El 23 de agosto de 2006, sin duda, es un día que quedará grabado por siempre en la historia de Austria. Pálida, delgada, demacrada y un tanto desconcertada, Natasha Kampusch apareció delante de las miradas inquisidoras de las autoridades que, al igual que harían todos más adelante, no podían dar crédito de lo que estaban observando.

Quizá lo único que conservaba igual que hacía ocho años era su nombre. De resto, Natasha no era, ni de lejos, la misma niña que había sido raptada por Wolfgang Priklopil aquella fatídica mañana del 2 de marzo de 1998.

Su aparición, después de 3 mil 096 días de cautiverio, resultó reconfortante para sus familiares, quienes tras su secuestro emprendieron una búsqueda tan desesperada como implacable para dar con su paradero. Sin embargo, las confesiones que sobrevinieron a su escape fueron aún más desconcertantes que las teorías que rondaban su cautiverio.

Estrategia de supervivencia

"Me parece muy natural que te adaptes para identificarte con tu secuestrador. Sobre todo si pasas mucho tiempo con esa persona. Se trata de empatía, de comunicación. Buscar la normalidad en el marco de un delito no es un síndrome. Es una estrategia de supervivencia”, señaló Kampusch en entrevista con el diario británico ‘The Guardian’.

Maltrato, golpes, insultos, regalos extraños e ideas delirantes fueron lo único que Natasha conoció por más de siete años, hasta que un día, un anhelo desbordado de libertad embargó su cuerpo y, sin pensarlo dos veces, decidió escapar. A falta de ayuda policial, un príncipe azul o una persona que la salvara, la astucia, empatía e inteligencia se convirtieron en sus libertadores y mayores aliados.

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Caminata de cinco minutos se convirtió en una pesadilla de más de 3 mil días

Esa sombría mañana de marzo de 1998 Natasha, de tan solo 10 años, se alistó como de costumbre para asistir a la escuela. Con nada más que una falda a cuadros de franela gris, un abrigo rojo y una mochila llena de útiles escolares, emprendió una caminata de cinco minutos por las calles de Viena, Austria, hacia su institución educativa.

Afectada por su entorno familiar -que no era muy propicio- pensó en tirarse delante de un carro. No obstante, lo que le ocurrió fue mucho peor. Cruzó un par de calles ensimismada hasta que se topó con una furgoneta blanca estacionada. Delante de la camioneta, un hombre pulcro, conservador y, aparentemente, inofensivo la miró directo a los ojos.

Solo pasaron unos segundos, hasta que el sujetó dejó ver sus verdaderas y oscuras intenciones. De repente, tomó a Natasha por la cintura y la metió dentro de la camioneta sin que pudiese emitir sonido alguno o luchar por su libertad.

Para tener tan solo 10 años, medir 1.45 metros y pesar 45 kilos, Natasha había visto suficientes series de televisión sobre crímenes para saber qué hacer a continuación. O, al menos, eso pensaba en el momento en que lanzó las primeras palabras al secuestrador: “¿Qué talla de zapatos usas? ¿Qué edad tienes? ¿Estás casado?”, increpó la pequeña con la esperanza de inmiscuirse en la misteriosa vida de su captor.

“Al ver Aktenzeichen XY...ungelöst -programa que presenta casos de crímenes no resueltos- sabía que debía obtener la mayor cantidad de información posible sobre el criminal”, señaló Natasha al diario británico, al tiempo que sonrió al recordar su ingenuidad.

Strasshof -una localidad del distrito de Gänserndorf, en el estado de Baja Austria-, ubicada a tan solo 16 kilómetros de la casa de Natasha, fue el lugar elegido por Wolfgang Priklopil para llevar a cabo sus macabros planes.

Una diminuta habitación subterránea de 2.78 m por 1.81 m, en el sótano de la casa del secuestrador, sin ventanas y cerrada con una puerta de acero, se convirtió en el nuevo hogar de la pequeña.

Más que un escondite desprolijo, era una guarida que de improvisada tenía poco y de fortificada mucho. Para entrar había que levantar una trampilla en el garaje y bajar unas escaleras a través de una pared de hormigón oculta, a su vez, estaba al otro lado de una pequeña escotilla de metal escondida detrás de un armario.

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Entre ideas delirantes, maltrato y regalos

La primera noche de cautiverio de Natasha transcurrió sin mayores complicaciones. La niña no solo le pidió a su secuestrador que la arropara sino que, además, le leyera un cuento y le diera un beso de buenas noches. Cosas que, según cuenta ‘The Guardian’, Priklopil hizo sin rechistar.

Aunque, al inicio, las cosas fueron relativamente sencillas, la llegada de la adolescencia de Natasha doblegó su docilidad, por lo que comenzó a atacar con pequeños actos de rebeldía. Rehusarse a decirle ‘Maestro’, por ejemplo, fue uno de ellos.

“Pensé que era ridículo y tonto. Pero reconocí un comportamiento similar en el preescolar. Un niño decía: 'Soy el gobernante. Soy el rey'. O, 'Soy una princesa. Tienes que escucharme, tienes que hacer lo que digo'. Este era un tipo similar de megalomanía”, sentenció Natasha, quien actualmente tiene 34 años, al diario británico.

La rebeldía de Natasha, lejos de mejorar su cautiverio, no hizo más que empeorarlo. Desde golpearla de manera persistente hasta negarle la comida, mantenerla en la oscuridad durante largos periodos de tiempo e insultarla a través de un intercomunicador, Priklopil quería demostrarle que era alguien a quien tenía que obedecer, más no cuestionar.

“Al menos 60 golpes en la cara. 10 a 15 golpes de puño en la cabeza que provocan náuseas. Un golpe con el puño con todo el peso en mi oreja derecha”, relataba Natasha en un diario improvisado de papel higiénico que llevaba, de acuerdo con el diario español ‘La Razón’.

Si bien Natasha no ha querido ahondar en el tema del abuso sexual, la realidad es que, según ella, fue menor. Aún cuando Priklopil comenzó a esposarla a su cama, todo lo que quería hacer era abrazarla.

En su libro, ‘3096 días’ -que fue recreado en la pantalla grande-, Natasha contó que en algún momento de su vida pensó en acabar con su existencia: “Sabía que no podía pasar toda mi vida de esta manera. Sólo había una salida: quitarme la vida (...). A los 14 años, intenté varias veces estrangularme con prendas de ropa. A los 15, traté de cortarme las venas con una aguja de coser”.

Entre golpes, regalos por parte de su secuestrador, ayunos, trabajo pesado e insultos, Natasha Kampusch sobrevivió por 3 mil 096 días en cautiverio. Hasta que un día los deseos de libertad se antepusieron al miedo, las oportunidades superaron los obstáculos y no quedó otra opción más que decir: ahora o nunca.

Volver a la vida, un escape épico

Con el tiempo, Natasha fue obteniendo concesiones por parte de su secuestrador. A veces le permitía estar en la parte superior de la casa o en el jardín e, incluso, en varias ocasiones logró salir acompañada de Priklopil -en una oportunidad la llevó a esquiar, no sin antes convencerla de que cualquier intento de fuga significaría la muerte para ella, para él y para muchos transeúntes-.

El miércoles 23 de agosto de 2006 fue un día conmocionante para Natasha, su familia, las autoridades y los ciudadanos austriacos que, por años, habían estado siguiendo su caso.

La joven, de 18 años, limpiaba el auto de su captor, un BMW 850i, en el jardín a cielo abierto de la casa cuando, de repente, una llamada telefónica distrajo a Priklopil. “Debido al zumbido de la aspiradora en mi mano, tuvo que alejarse unos pasos para entender mejor a su interlocutor”, mencionó Kampusch, según el portal ‘All that’s interesting’.

El miedo paralizante no pudo contra su instinto de supervivencia. Débil, pálida y casi sin respiración, Natasha corrió por su vida sin mirar atrás. Minutos más tarde se encontraba de pie, ante oficiales atónitos, pronunciando una escueta pero reveladora frase: “Soy Natascha Kampusch, nacida el 17 de febrero de 1988”.

Tras una prueba de ADN y una cicatriz, lograron comprobar que se trataba de la misma niña que protagonizó, por años, los afiches de personas desaparecidas.

Mientras que su secuestrador se quitó la vida al acostarse en las vías del tren el 24 de agosto de 2006, en Viena -justo un día después del escape-, Natascha Kampusch transformó su trauma en tres exitosos libros. El primero describe su captura; el segundo, su recuperación; y el tercero trata sobre el acoso en línea, del cual se ha convertido en blanco en los últimos años por la empática y sútil manera de referirse a su captor fallecido.

“Creo que todo sucedió porque él era demasiado conservador por fuera, demasiado equilibrado y conformista, y creo que por eso cometió el crimen. Tenía esta frontera. entre lo que estaba permitido por la sociedad y cuáles eran sus deseos personales, y no pudo conciliar los dos”, concluyó Kampusch en diálogo con ‘The Guardian’.

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