Marco Antonio, un potosino con grandes sueños y la misión de ayudar a los migrantes desde la danza
El Universal / El Tiempo de MonclovaLa danza y su perseverancia le permiten ser partícipe de festivales de talla internacional.
Cuando Marco Antonio Martínez Soto era niño soñaba en convertirse en militar, pues le asombraban las capacidades físicas que tienen los elementos castrenses; sin embargo, ese sueño cambió cuando tenía 15 años, ya que fue en ese momento que por primera vez tuvo la inquietud de poder expresarse con su cuerpo a través del movimiento. A 11 años de aquel momento, hoy la danza y su perseverancia le permiten ser partícipe de festivales de talla internacional como en la LXII edición del Festival Internacional Lila López.
Con 26 años de edad, Marco es un orgulloso coreógrafo potosino que busca con la danza, su mayor pasión en la vida, enseñar a la gente a conocer su cuerpo y las sensaciones que pueden vivir a través del baile, sin importar la edad, siempre y cuando tengan la convicción o el atrevimiento de incursionar y disfrutar de la expresión corporal.
“No pretendo que hagan lo que yo hago, (sino) que sepas qué sensaciones puedes tener, cuáles son tus límites, tus flexiones, capacidad reactiva, la forma de estar aquí (…) se puede a cualquier edad, la edad no es un límite para conocer tu cuerpo, nadie tiene un cuerpo igual al de nadie y todos tenemos que partir de nosotros”, comentó el joven sobre su manera de transmitir su experiencia.
En entrevista para EL UNIVERSAL, comentó que su carrera realmente inició cuando ingresó a estudiar baile contemporáneo y ballet en el Instituto Potosino de Bellas Artes, ya que ahí conoció a un coreógrafo que lo invitó a una puesta en escena donde convivió con bailarines internacionales y después decidió iniciar una carrera profesional. “Fue ahí que conocí completamente otro panorama, que dije esto es lo que quiero hacer para toda mi vida”, dice.
La creación de coreografías se volvió su forma de vida luego de que se mudó de San Luis Potosí a Mazatlán, Sinaloa, para ingresar a la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán, en donde durante cuatro años perfeccionó sus movimientos y montó coreografías.
“Hacer coreografía, es algo inevitable, no es solo una decisión, pareciera que es algo que me empuja y que casi me pide, claro que yo lo elijo y son mis decisiones hacerlo”, agregó.
Para el potosino el ayudar a cambiar la realidad de las personas a través de la danza ha sido uno de sus objetivos principales, además de la creación, ya que es “algo que también me mueve y busco; no solo me interesa trabajar con bailarines, justo busco llegar a personas que no conocen la danza o que no conocen el movimiento a través de la danza”.
Migrantes, una representación de su difícil camino a través de la danza
La pandemia, al igual que para muchos artistas, para Marco fue una etapa complicada, pues de estar viviendo en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, impartiendo clases de baile para niños indígenas, por causas de fuerza mayor tuvo que regresar a su natal San Luis Potosí. No obstante, pese a las dificultades, para el bailarín y coreógrafo esta etapa representó nuevas oportunidades.
Entre ellas destaca el taller, subsidiado por BMW, que imparte junto con su pareja Denisse Contreras en la Casa del Migrante de la capital potosina, en donde con sesiones de una hora ayudan a que las y los migrantes que se encuentran de paso puedan conocer y conectar con su cuerpo, relajarse y relacionarse con otras personas.
Fue justo gracias a su experiencia con el tema de la migración que, ya con la reactivación de actividades, Marco puedo participar con una presentación en el Festival Internacional Lila López.
"Migrantes", es la última puesta en escena que presentó el coreógrafo el pasado sábado 29 de julio en el “Centro de Difusión Cultural “Raúl Gamboa”, en donde a través de testimonios de migrantes, acompañamiento con sondos de un DJ en vivo, diferentes coreografías de baile, cuatro bailarines, incluyendo a Marco, recreó el difícil camino de los migrantes en su camino por la búsqueda de una vida mejor.
La puesta en escena destaca porque este 2022 fue declarado el año de la migración, pero para Marco el sentido va más allá de eso, pues la representación trata también de la conexión que él tiene con la migración al ser hijo y familiar de migrantes, además de trabajar con ellos.
Juegos de sonidos y sensaciones
¿Qué representa para ti haber presentado este proyecto en el Festival y en la casa que te vio dar tus primeros pasos en baile?
— Para mí es una responsabilidad grande. El proyecto social que representa es super importante por el cruce de migrantes aquí (en el estado) y me parece muy acertado exponerlo, hacer las cosas tan claras y tan literal en cuanto a audios, cómo sufren extorsiones, abusos.
"No es una representación si no que es una necesidad de manifestar. Es algo muy complejo, pero ya muy normal y eso es justo lo que me interesa a mí darles voz a estas personas que todo el tiempo están y que las personas mexicanas ya lo ven tan normal y que no se llega a sensibilizar para nada”.
La pieza de 30 minutos, que se perfeccionó durante cinco años y se montó con tres semanas de anticipación a la presentación, invita al público a sentir el frío, cansancio y la adrenalina que proyectan los bailarines que simulan esconderse de la policía para llegar a su destino, sentimiento que se complementa con el sonido acelerado del tren que se mimetiza con los rápidos latidos del espectador.
Pese a su corta edad, las ilusiones de Marco Antonio Martínez por seguir creando coreografías son grandes, por lo que entre sus planes a futuro se encuentran el continuar construyendo las puestas que mezclen sonidos, juegos de luces y sensaciones para presentarle al público piezas de calidad.
Además, tiene la misión de seguir impartiendo talleres sociales y acercar a las personas a conocer y disfrutar su mayor pasión en la vida, la danza.
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