Los flagelantes de Santo Tomás en Colombia regresan tras la pandemia
El Universal / El Tiempo MonclovaDespùes de dos años de pandemia, los penitentes vuelven a hacer su ritual.
Ricardo Maldonado Rozo
Santo Tomás (Colombia).- Por las calles de Santo Tomás, un pequeño y muy caluroso poblado colombiano aledaño a la ciudad caribeña de Barranquilla, volvieron a desfilar este viernes los penitentes, célebres por las flagelaciones que algunos de ellos se hacen en la espalda para pagar favores pedidos a Dios.
Entre los penitentes, de los que la mayoría son hombres aunque desde hace más de 40 años también hay mujeres, están los flagelantes que caminan el recorrido dando un paso para adelante y dos para atrás a la vez que se van azotando la parte más baja de la espalda con un "fuerte" (azote) al que llaman disciplina, y que en la punta tiene siete bolas elaboradas con cera de abejas.
La penitencia la pagan a cielo abierto y descalzos por un camino de cascajo que desde temprano está ardiente, pues la temperatura a las 9 de la mañana ya supera los 33 grados centígrados. Es un sendero de tres kilómetros que bordea una ciénaga y el caño de Las palomas.
Al entrar a Santo Tomás recorren una calle en la que hay siete cruces y en cada una de ellas los penitentes se arrodillan a orar; es también allí donde les hacen siete cortes con una cuchilla de afeitar en la piel lastimada por los azotes para que la sangre drene y no se coagule.
Los nazarenos hacen el recorrido también descalzos y ataviados con una túnica morada; cargan una pesada cruz de madera, y llevan una corona de espinas en la frente para semejar el camino que Jesucristo recorrió al calvario.
Se trata de que el cuerpo sufra tormento, por esto también ha surgido la Copa de la amargura, que consiste en una mujer vestida de blanco que con el brazo estirado y rígido por un armazón de palos recorre el camino de espaldas y portando una copa de vino sostenida con la mano de la que no puede derramar ni una sola gota.
A lado y lado del recorrido que cruza por la calle de la Ciénaga, cientos de personas se apuestan para observar el sufrimiento de los penitentes, mientras comen, toman trago y con grupos musicales arman la fiesta.
TRADICIÒN ESPAÑOLA
“La penitencia inicia en 1850 cuando llegaron algunos españoles aquí a Santo Tomás y ellos venían con muchas mandas, las riñas de gallos, las penitencias, entonces el primer penitente, el señor Tomás Berrio, sale en esa época y después siguió el mismo rito religioso”, relató a Efe el historiador empírico Manuel Pérez.
“Una parte de los españoles (que llegaron a Colombia) se asentaron aquí en Santo Tomás y como ellos tienen esas costumbres de las mandas, entonces Santo Tomás fue el afortunado de que aquí hubiera mandas de penitentes”, dijo.
Pérez explicó que “en 1965 con el Concilio Vaticano Segundo, el Vaticano prohibió las mandas en el mundo y prohibió los flagelantes en Santo Tomás”.
“Santo Tomás es el único municipio que es declarado en entredicho en 1968. En ese año se prohibieron todos los ritos religiosos, no había bautismos y las personas que murieron por esos días no fueron llevadas a la iglesia”, agregó.
El historiador señala que en mayo de ese año "se levantó el entredicho y regresaron los ritos al pueblo”.
FLAGELO DE LA PANDEMIA
Durante los dos últimos años los penitentes no pudieron hacer su ritual debido a las restricciones de reunión y movilidad que impuso la pandemia y ellos prefirieron aplazar sus penitencias a cumplirlas en sus casas en privado, “porque la penitencia se tiene que pagar caminando y como se ha hecho siempre”.
Este 2022 salieron 22 penitentes y uno de ellos, Luciano Ávila de 64 años, tuvo que ser llevado de urgencia al hospital en una ambulancia porque no resistió, se desplomó y no pudo terminar el recorrido.
La mayoría de mandas que pagan los penitentes son por favores recibidos. Normalmente piden para que un familiar se sane de una enfermedad muy grave y ofrecen flagelarse durante un número de años que cumplen a cabalidad, se obtenga o no el favor.
Pérez recordó el caso de Angela Conrado, cuya hija no caminaba porque tenía parálisis en la piernas y ella ofreció flagelarse durante siete años y “el milagro se le cumplió”. EFE
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