La insuficiencia renal es la pérdida de la capacidad de los riñones para eliminar el exceso de líquido y limpiar la sangre.
Los riñones son órganos que forman parte del aparato urinario, junto con los uréteres, la vejiga y la uretra. Cuando estos están en mal estado, no pueden llevar a cabo sus principales funciones, como son limpiar la sangre, ayudar a mantener el equilibrio de las sustancias químicas como el sodio, potasio y calcio en el cuerpo y producir diversas hormonas que ayudan a controlar la presión arterial, generar glóbulos rojos y activar la vitamina D.
Si este importante órgano falla puede provocar enfermedades como la insuficiencia renal. Existen dos tipos, los cuales tienen las siguientes características:
- Insuficiencia renal aguda (IRA):
Pérdida súbita de la capacidad de los riñones para eliminar el exceso de líquido y electrolitos, así como el material de desecho de la sangre. Aunque suele ser reversible, la severidad es variable y puede requerir tratamiento sustitutivo de la función renal durante un tiempo.
- Insuficiencia renal crónica (IRC):
Deterioro progresivo e irreversible de la función renal.
De esta forma, las causas de la insuficiencia renal aguda pueden ser, una enfermedad que reduce el flujo normal de circulación de sangre hacia los riñones, una lesión directa en estos órganos o cuando los tubos de drenaje de orina (uréteres) de los riñones se obstruyen y los deshechos no pueden eliminarse del cuerpo a través de la orina.
- Síntomas de la insuficiencia renal:
El diagnóstico de la insuficiencia renal aguda es bastante complejo, ya que es posible que no presente ninguna señal de alerta y que la única forma de detectar esta enfermedad sea a través de pruebas de laboratorio que se realicen por otros motivos. Sin embargo, hay una serie de síntomas a los que hay que estar muy alerta:
- Disminución del volumen de orina excretado (diuresis), aunque a veces se mantiene estable.
- Retención de líquidos, la cual causa hinchazón en las piernas, los tobillos o los pies.
- Falta de aire.
- Fatiga.
- Desorientación.
- Náuseas.
- Debilidad.
- Ritmo cardíaco irregular.
- Dolor u opresión en el pecho.
- En casos severos, convulsiones o coma.
