Cada año, el Día Mundial del Agua se celebra el 22 de marzo como una manera de llamar la atención sobre la importancia del agua dulce y la defensa de la gestión sostenible de los recursos de este vital elemento.
Fue en el año 1992, el 22 de diciembre, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la Resolución A/RES/47/193 en conformidad con las recomendaciones de la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo contenidas en el Capítulo 18 (Recursos de Agua Dulce) del Programa 21, instituyendo así el día, que se celebró por primera vez un 22 de marzo, pero del año 1993.
Este 22 de marzo del 2022, tal vez por las preocupaciones derivadas del conflicto entre Rusia y Ucrania, sus impactos económicos o los aún efectos de la pandemia por COVID-19, la fecha pasó un tanto desapercibida, especialmente cuando estamos en tiempo de preocuparnos más por sus fines últimos.
Fue hace unos días cuando, con encabezados aludiendo a la “hora cero” del planeta, medios nacionales e incluso internacionales hicieron referencia de la necesidad por tandear el servicio de agua en regiones metropolitanas como el área de Monterrey o la del Valle de México y alertaron a la par sobre que más ciudades enfrentarían problemáticas similares en el corto plazo.
La noticia en sí, fue un extracto de las advertencias del profesor investigador del Tec de Monterrey, J. Antonio Benjamín Ordoñez, quien al hacer un balance hidrológico del país y los riesgos para este 2022, señaló que más del 60 por ciento del territorio nacional presenta escasez.
“Estamos en un momento crítico. Tamaulipas también tiene agotamiento y estrés hídrico. En el norte de la Península de Yucatán las industrias agrícola y pecuaria arrojan sin tratamiento sus aguas residuales que van contaminadas con metales pesados, hormonas y pesticidas que se van al mar”, expuso en la conferencia Sequía en México, principal factor de riesgo en 2022.
Y aún más preocupante fue el momento en que el doctor Ordoñez señaló que “algunos escenarios predictivos de colegas de mediano plazo se alcanzan ya en estos años” y agregó que, al menos en su sector, “hay una alarma prendida en todo México, porque al hacer el balance hidrológico, el déficit hídrico en el Estado de México, nos permite identificar el error en el que vivimos”.
No es necesario irse al caso particular del Valle de México o la zona metropolitana de Monterrey para registrar abundantes problemas de escasez o desgaste del recurso, pues en nuestra propia entidad coahuilense, en La Laguna desde donde se escriben estas líneas, la falta del líquido ha cobrado especial relevancia estos días dado que sus primeros avisos llegaron este año aun antes que la temporada de calor, como es mala tradición.
La buena noticia, sin embargo, podría ser alcanzar a leer el pedacito de esperanza en las palabras de expertos como el profesor Ordoñez, quien deja ver en su discurso que saber en lo que nos equivocamos, podría llevarnos a una corresponsabilidad social que al menos atenúe o haga más sostenible nuestra situación.
“Aquí hay una corresponsabilidad muy fuerte, porque la sociedad civil tenemos que participar para señalar y también para trabajar, porque no habrá dinero que alcance para recuperar el entorno. Es momento de tomar todas las experiencias históricas en el desarrollo y analizar cómo crecemos, pero agotando todos los recursos. Tenemos que restaurar (...), se puede recuperar, pero la presión será mayor porque hay que restaurar. Es como cuando padecemos una enfermedad terminal y solo el coraje por la vida nos puede levantar. Es el momento de hacer las cosas bien”.
