México acumula cerca de 5.5 millones de casos y casi 320,000 muertes, la quinta cifra más alta del mundo.
Era el 27 de febrero del 2020. Ya conocíamos al virus y, al menos en la sala de redacción de quien escribe, veíamos con preocupación su lento pero constante avance en Asia, con un tinte de amenazas para Europa occidental.
Ya eran horas nocturnas cuando corría el rumor de que “el temido” había llegado también a nuestro país, pero autoridades sanitarias no confirmaban nada oficial.
El anuncio formal se hizo hasta el día siguiente, en la “mañanera” del presidente Andrés Manuel López Obrador, acompañado de quien sería su estratega y figura estrella, el subsecretario Hugo López-Gatell Ramírez.
Ese primer caso fue un hombre de 35 años que viajó a Italia y, su positivo, movilizó tanto a la sociedad como a las autoridades.
Había llegado el coronavirus SARS-COV-2, causante de la enfermedad conocida como COVID-19.
Hoy, -ayer- 27 de febrero del 2022 en que se escriben estas líneas, México acumula cerca de 5.5 millones de casos y casi 320,000 muertes, la quinta cifra más alta del mundo.
López Obrador y su apadrinado López-Gatell han reiterado que el manejo de la pandemia en nuestro país ha sido ejemplar.
Ambos han repetido en múltiples conferencias y otras vistas con la prensa que nadie se ha quedado sin una cama, que los hospitales no alcanzaron su máxima ocupación en términos de saturación e incluso han dicho que, en relaciones poblacionales, la cifra de fallecidos en el país es inferior, comparada con otras naciones.
Asimismo, con la afortunada aparición de las vacunas contra “el bicho”, AMLO y López-Gatell han destacado con bombo y platillo el pronto acceso que México tuvo a los biológicos y han atribuido cualquier baja en las cifras del COVID-19, por más ligera que sea, a las aplicaciones que se han realizado para inmunizar a la población.
Lo cierto es que, ya sea en ciudades grandes o comunidades marginadas, no son pocos los casos donde se ha detectado carestía en servicios médicos y en varias ocasiones los gobiernos municipales o estatales han tenido que salir al quite para atender a los enfermos o han tomado la batuta para apoyar en la logística de vacunación.
Sin embargo, también es cierto que nadie el mundo estaba preparado para una pandemia, menos cuando algunas economías como la propia mexicana no registraban números tan verdes y, pese a todo, debo reconocer que el gobierno de AMLO ha cumplido por lo menos con dar la cara y ha tratado de ser constante en su estrategia antiCOVID.
Por supuesto, esa defensa no ha sido del todo pulcra en el sentido de que se ha mostrado cerrada a la crítica, pero, en sintonía con las visiones del presidente, al menos se ha resaltado por su priorización o intento de cuidar primero de los históricamente relegados.
Si fue correcta o no tal estrategia, eso solo el tiempo nos lo dirá, analizándose, claro, sin colores políticos de por medio y empleando esas comparativas que no le gustan a AMLO pero que son necesarias para crecer. Por lo pronto, los aquí vivientes seguimos resistiendo, combativos y esperanzados en que no pase mucho tiempo para que seamos la generación del postCOVID.
