El miedo es un sentimiento especial y habitual en los seres humanos. Por momentos nos paraliza o, bien, nos lleva a la acción.
A veces lloramos y otras, simplemente, lo enfrentamos con una sonrisa de optimismo. Lo común en cada uno de estos casos es que nadie está exento de sentir temor. Sin embargo, lo que sí puede cambiar es la repercusión que nos deja.
Según expertos en la ciencia estudiaron el mecanismo de defensa del cerebro humano, que nos permite enfrentar hechos de peligro y tomar decisiones en ese contexto. en algunas ocasiones necesitamos del miedo para actuar, en la que consideran una dinámica de valentía. Para llegar a esta conclusión, se convocaron a personas y les preguntaron para que decidieran, si querían ayudar a un desconocido a evitar una descarga eléctrica. Si decidían hacerlo, existía el riesgo de que ellos mismos sufrieran las consecuencias del shock.
los hallazgos indican que el sistema de defensa cerebral juega un papel más que importante en el comportamiento. Pero los resultados contradicen la sabiduría convencional de que se necesita suprimir nuestro propio sistema de miedo cuando estamos en peligro. Es que, según el grupo de trabajo, en estos casos no hay que eludir o esconder al temor sino más bien enfrentarlo para luego actuar.
El miedo es un sentimiento natural del ser humano y es necesario para preservarnos. existen miedos que nos salvan la vida.
Ante lo desconocido sentimos temor porque nos sentimos amenazados o inseguros. El sistema nervioso está preparado de esta manera, pero al mismo tiempo es el único modo de movilizarnos y mantenernos con vida yendo más allá de lo fisiológico. Pero ¿Para qué? Más que nada Para “ir en busca de lo que nos convoca o nos desafía”.
En segundo término, Si hablamos del miedo como ese vértigo típico frente a las situaciones nuevas, nos podría servir como motor para movilizarnos porque la mayoría de los seres humanos nos movemos por la falta: que es el motor para levantarnos cada mañana e ir a buscarlo, actuar no a través del miedo, pero sí a pesar de él, mejora la autoestima, profundiza el vínculo con uno mismo y nos impulsa a buscar nuevos desafíos.
De todas formas, aclaran que en algunos casos pueden aparecer temores o paralizantes: hay historias de vida y personalidades distintas. También hay trastornos muy complejos vinculados al miedo que son inhabilitantes para el sujeto. Por lo tanto, claro está, no siempre se trata de impulsos para la acción.
En general, ante una amenaza el cerebro recibe datos del sistema sensorial a través de los cinco sentidos. Según un grupo de expertos en California, descubrió poblaciones de una molécula llamada péptido, que está relacionada con el gen de la calcitonina (CGRP). Este gen permite a las neuronas transmitir señales amenazantes entre áreas separadas del cerebro y luego trasladar esa información a la amígdala.
El miedo “es una conducta que ha sido evolutivamente adaptativa para el ser humano”. A su vez, cuando nos preparamos para enfrentar estos hechos riesgosos, nuestro organismo se altera y produce una reacción particular con dilatación de las pupilas, vasoconstricción de los vasos sanguíneos, liberación de adrenalina, aumento de la contracción cardiaca, reducción de la digestión y bronco dilatación.
“Luego habría que ver si es un miedo racional o irracional. no es lo mismo tener miedo a rendir un examen que tener miedo a ir al examen. Ahí estaríamos ante un trastorno, que no es lógico y que debe ser evaluado por un profesional de la salud mental. De esa manera es bueno diferenciar el miedo y tener en cuenta si estamos ante una estructura psicótica con rasgos paranoides, donde el paciente se siente observado, escuchado, perseguido y obviamente con temor a que le hagan algo”, explico el especialista.
Más allá de casos puntuales que pueden ser problemáticos, el miedo es una sensación que los seres humanos tenemos por naturaleza. Adoptarla, afrontarla y hacerla parte de nosotros como un impulso para la acción no puede ser más que beneficioso para atravesar la vorágine de la vida cotidiana.
