Lo que se esperaba como una de las peores temporadas de Lakers, poco a poco se cambió.
Los repugnantes Lakers, ese equipo decepción que navegaba las aguas de incertidumbre a principios de noviembre, han desaparecido. Ha sido, casi sin darse cuenta, la reedición de la metamorfosis de Frank Kafka en sentido inverso: de oruga desagradable a mariposa. De oscuridad profunda a claridad inesperada.
Y ese cambio, ese renacer, ese resurgir de las cenizas, no se debe ni al liderazgo de LeBron James ni al acondicionamiento de Russell Westbrook. Este es el equipo de Anthony Davis, el ave fénix de Darvin Ham.
La magia. Lo que ha ocurrido en Hollywood es fascinante. Como un buen guión de película, el inicio fue lento, aburrido, pero el nudo tuvo una modificación tan inesperada como saludable para agradar a los espectadores. Lo que parecía una película de terror pasó a ser un drama de superación emocionante y conmovedor.
¿Dónde quedaron las lesiones de espalda y los dolores de rodilla? Davis volvió a ser La Ceja que supo dominar la NBA en sus años dorados. Un chapuzón en la fuente de la juventud para recuperar sensaciones y revivir éxitos. Los Lakers aún están detrás del .500, pero reúnen ocho triunfos en las últimas diez presentaciones y tres éxitos en fila.
Hay un dato que me encanta sobre Davis, cortesía del departamento de estadísticas de ESPN: sus 99 puntos anotados en los últimos dos partidos (ante Bucks y Wizards, respectivamente) son el máximo de un jugador de Lakers desde 2007, cuando lo logró Kobe Bryant. Y Kobe también fue el último de cualquier equipo antes de Davis en convertir 40 tiros de campo en dos partidos en continuado.
La Ceja está a un nivel MVP en estos momentos, y no exageramos. De hecho, así lo vio LeBron tras el triunfo en el Capital One Arena. "Ha estado increíble", dijo. "En los dos costados de la cancha. Quiero decir que está jugando como el Jugador Más Valioso de la Liga. Domina en continuado". Hay una respuesta al nivel que está mostrando Davis. Y tiene que ver con la salud.
