Crónica de una conversión; de sicario de 'Los Z' a hijo de Dios

Crónica de una conversión; de sicario de 'Los Z' a hijo de Dios
Mario Alemán / El Tiempo de Monclova

Era un niño, su héroe y modelo a seguir era su tío un sicario y alto mando de uno de los grupos criminales más violentos de México, eso lo llevo a unírseles.

En un día cualquiera de trabajo, con más de 35 grados de temperatura como es usual en Monclova, el que escribe está crónica estaba trabajando, como todo reportero policiaco afuera de Seguridad Pública, de pronto un hombre, de aspecto rudo y fuerte, de piel oscura y con muchos tatuajes me preguntó que, si podía orar por mí, pero claro, andando en esto se sabe que por unos cuantos centavos la gente puede usar hasta Dios padre para quitarte unos pesos.

Asustado, pero decidido a darle una oportunidad, tal vez todos necesitamos un poco de Dios en cada uno de nuestros días, le permití asentando la cabeza. Puso su mano izquierda sobre mi pecho y su mano derecha sostenía una biblia que, por su aspecto amarillento de las hojas y la pasta negra agrietada, se veía que en muchas ocasiones se había sostenido y leído. 

"Cierra tus ojos por favor". Mi instinto, me hizo sostener más fuerte mi cámara de la correa, tentar mi celular en la bolsa de mi pantalón todo en menos de 4 segundos y, confiar.

"Señor, hoy te agradezco por permitirme orar por este joven, él te necesita padre santo". No eran oraciones comunes de las que uno nace aprendiendo como un padre nuestro o el credo, era una oración especial para mí. Y bueno, en menos de lo que imaginé se me olvidó el sitio en el que estaba y quienes me rodeaban, solo sentía paz.

Como todo reportero, al finalizar le agradecí y le pregunté que cómo es que había llegado a predicar la palabra de Dios. 

"Por mi apariencia algunos no quieren que los toque ni siquiera que me acerque, y con mucha razón, mírame la finta de sicario, es una de las cosas de las que nunca me voy a desprender, pero mi papá ya me perdonó, la pasé feo, pero todo valió la pena porque me entregué a él".

El calor calaba más y aunque "cobraban" lo mismo en el sol que en la sombra, lo que me empezó a contar, era para no parpadear siquiera.

Aquí cedo el paso a el protagonista de esta crónica, que por seguridad le llamaremos Delta, así como tal, a secas.

El inicio. Pues ya sabes que cuando uno es morro siempre tiene un modelo a seguir, y pues el mío era mi tío, un miembro de uno de los grupos criminales de hace una década en México, Los Zetas, obvio quería ser como él, los tenis es lo que más me acuerdo, cuando llegaba a la casa era lo primero que le veía.

Ya grande me les uní, pero como nada es como en las películas, o las series, mi realidad fue otra. Yo no era un alto mando como él, solo uno más de ese "ejército", la vida fue dura hice cosas muy malas. Un día simplemente pensé que eso no era para mí, y decidí desertar. 

Pero, tú sabes que de ahí uno no sale más que con las patas por delante, así que estando un día acostado ya listo para dormir, con un calor como este, feo, yo sin abanico vivía con mi mamá; de ese trabajo salí como entré, sin nada. 

Pues como te decía, estaba en pura trusa y de repente un ruido nos despertó, algo en mi interior sabía que ya habían venido por mí. 

Mi mamá gritaba bien "gacho", que yo no estaba ahí y yo salté por la ventana no tuve de otra, en calzones ya sabrás corriendo, me vieron de lejos así que, a pie, corriendo y en la "dura" me empezaron a seguir, yo pensaba; si dejas de correr te van a hacer todo lo que una vez tu hiciste, y la verdad es algo que no se lo deseo a nadie y de lo que me arrepiento.

Llegué a un bulevar, recuerdo, justo en frente de una frutería ahí Dios llegó de la nada a mi cabeza, hacía mucho que no lo pensaba, y dije, sí, solo tú me puedes ayudar. 

La plegaria. Me hinque elevé mis manos y le dije, señor si tú me salvas de esto, yo entrego mi vida a ti y a predicar tu palabra

En ese momento varios sicarios pasaron por enfrente de mí, otro hasta me rodeó y decían, por aquí anda, no debe andar lejos, yo estaba ahí. Yo los veía, ellos a mí no. Dios me hizo transparente, Dios me hizo invisible y desde ese entonces hago lo que hice por ti ahora. 

Pero bueno lo que si no es invisible son todos estos tatuajes y mi apariencia, de por sí uno es feo, pero la intención es lo que cuenta.

Su historia como reportero, me impactó, me llegó y le dije que me interesaba hacer una crónica de eso y me dijo, "pues que te digo mijo, sí, tú me dejaste orar por ti y cumplir con la misión que hoy tengo".

Nada es para siempre, ni lo bueno ni lo malo. La vida de muchos sicarios retirados es como la de Delta, en Coahuila hace poco más de una década que el crimen organizado hizo de las suyas, muchos lograron salir otros se quedaron en el intento, aunque de esa célula criminal poco se sabe, incluso se piensa extinta hubo muchas familias que después del gozo, fue más el sufrimiento que al final les embargó.

Como reportero policiaco nos toca ver y platicar con muchas personas, en suicidios uno entiende que quien se quitó la vida es más valiente que cobarde, por atreverse a acabar de una con el sufrimiento que los mantiene en una cuerda floja. 

En el caso de Delta, también fue de valientes meterse, aunque fue más valiente el salirse, de un día a otro supo que eso no era para él, y cuando pensaba que era el final de su vida, Dios lo salvó. Lo hizo invisible a sus enemigos.

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