Bailarina española Sonia Rodríguez se retira del Ballet Nacional de Canadá

Rodríguez reconoce que emocionalmente siempre ha estado a caballo entre Canadá y España.

Toronto (Canadá),- La española Sonia Rodríguez se acaba de retirar tras más de dos décadas como la bailarina principal del Ballet Nacional de Canadá, y declaró en una entrevista con Efe que a sus 49 años quiere seguir "expresándose de alguna manera" con otros bailes como el tango o actuando.

La bailarina, considerada en Canadá como un patrimonio nacional, dijo a Efe que ahora que tiene libertad quiere "disfrutar de la vida un poquito" y quizás "intentar otros tipos de baile" como el tango.

"Me encantaría irme a Buenos Aires y pasar unos meses allí, para absorber realmente lo que es la cultura del tango y bailar las milongas. Y también me encanta actuar, así que estoy mirando cursos de arte dramático aunque solo sea para mí misma", dijo.

Rodríguez, que nació en Toronto en 1972 y es hija de dos españoles que emigraron a Canadá en 1968, regresó a España con su familia cuando tenía 5 años y residió en la localidad madrileña de San José de Valderás hasta que cumplió 17.

Fue en San José de Valderás donde Rodríguez se inició en el ballet y donde conoció a su mentor, el bailarín chileno Pedro de la Cruz.

"Yo empecé mis clases de ballet en un gimnasio muy pequeñito cerca de mi casa que era realmente un gimnasio para judo, ni siquiera tenían clases de ballet como hacía al final. No me entusiasmaba. Era una cosa muy rígida y yo no encontraba esa sensación de libertad que veía en las bailarinas", declaró a Efe desde su casa de campo en las cercanías de Toronto.

"Pero no soy de las que suelen dejar cosas a medias y seguí con ello. Y tampoco me apetecía decir a mis padres que ya no me gustaba después de haber estado insistiendo tanto. Seguí bailando y como a los tres años llegó un profesor nuevo a nuestro barrio. Pedro de la Cruz", continúa la bailarina.

A través de De la Cruz, Rodríguez avanza en el Conservatorio de Madrid y estudia en la Academia Princesa Grace de Mónaco. En 1989, con 16 años, ganó el premio Enrico Ceccheti en una competición internacional en Capri (Italia).

Allí fue descubierta por una de las integrantes del jurado, Betty Oliphant, cofundadora de la Escuela del Ballet Nacional de Canadá, que le ofreció volver al lugar de su nacimiento e integrarse en la compañía canadiense.

Rodríguez aceptó la oferta y aterrizó en Toronto con 17 años, en febrero, el peor mes del duro invierno canadiense, "con un frío tremendo".

"Mi madre me mandó con un abrigo de pieles que tenía, y que yo nunca había visto antes, porque ella solo recordaba que en Canadá hacía mucho frío", explica con una sonrisa.

Desde entonces hasta su retiro, Rodríguez ha permanecido en el Ballet Nacional de Canadá. En 1995 se convirtió en la segunda solista de la compañía. Dos años después fue designada como primera solista y en el año 2000 se convirtió en la bailarina principal.

Durante sus 32 años de carrera en el Ballet Nacional de Canadá, Rodríguez se convirtió en el alma de la compañía y la bailarina que más tiempo ha permanecido en la compañía.

El principal periódico de Canadá, "The Globe and Mail", señaló en un reciente artículo que "es imposible infravalorar su excepcional importancia como bailarina nacida en Canadá y que pasó toda su carrera profesional con el Ballet Nacional".

Rodríguez reconoce que emocionalmente siempre ha estado a caballo entre Canadá y España. Su hijo mayor, Gabriel, nació en España mientras que el segundo lo hizo en Canadá.

"Siempre he pensado que cuando eres inmigrante, la maldición es que nunca te sientes completa en ningún sitio. Yo me siento feliz aquí. Me encuentro muy a gusto y me encanta Canadá. Pero hay una parte que me falta. Y no es lo que es España físicamente sino lo que son los españoles", reflexiona.

"Cuando llevo mucho tiempo aquí y no he tenido oportunidad de estar en España, noto que está ahí, bullendo en la superficie y está intentando salir. Entonces voy a España y bueno, me reconecto con esa faceta mía que aquí no puedo tener: la cultura, el humor, o sea, soy diferente. Hay parte de mí que no está completa", concluye. 

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