Mucho se ha hablado sobre la variante Delta del SARS-CoV-2, anteriormente conocida como variante india (B.167.2), la mayor parte de las veces como una gran amenaza en ciernes.
Concretamente, la variante Delta cuenta con dos mutaciones relevantes: L452R, P618R. Es ya mayoritaria en Reino Unido, donde alcanza el 99 por ciento de prevalencia entre las variantes circulantes, y por supuesto en India, donde se identificó inicialmente en diciembre de 2020. Y es previsible que se convierta en mayoritaria pronto en más países, tomando el relevo de la Alpha (anteriormente conocida como británica B.117). En Estados Unidos ya supone alrededor de un 20 por ciento.
Sin duda, Delta se está globalizando. En España se han notificado casos y brotes importados y autóctonos. En las semanas más recientes alcanzaba en torno al uno por ciento. Probablemente a día de hoy ronde el 20 por ciento.
Aunque se desconocen los mecanismos, es un hecho objetivable que, por lo que sabemos a día de hoy, esta variante es más transmisible que la Alpha (entre 40-60 por ciento) según datos de la agencia europea de control de enfermedades (eCDC).
Hay datos también que apuntan a un mayor riesgo de hospitalización ligado a esta variante, pero las certezas aún están por llegar. Tampoco sabemos con seguridad aún si se relaciona con una mayor virulencia.
Datos estatales en Escocia mostraron un riesgo de hospitalización de casi el doble respecto a la variante Alpha. Y algo similar se deduce de los datos del servicio de salud pública británico.
Incluso han salido a la luz cifras relativas a una menor eficacia a nivel profiláctico de la combinación de monoclonales casirivimab y imdevimab de REGENERON según la FDA, un tratamiento que parece mejorar el pronóstico en pacientes hospitalizados.
Adicionalmente y no menos importante, las vacunas actuales parecen ser menos efectivas contra la variante Delta después de una sola dosis. Según un estudio del PHE (Public Health England) reciente, la vacuna de Pfizer-BioNTech fue solo un 33 por ciento efectiva contra la enfermedad sintomática causada por la variante Delta tres semanas después de la primera dosis.
¿Hay motivos para la alarma?
De momento no. Recordemos que ha habido (y habrá) bastantes más variantes del SARS-CoV-2. Y que con todas se habló de capacidad “de escape vacunal”, pero al final con ninguna se materializó tal cosa.
Por el contrario, sabemos que las vacunas funcionan bien con pauta completa para absolutamente todas las variantes conocidas. Se ha visto en Reino Unido, donde la Delta es mayoritaria. Tras dos dosis (+14 días) la efectividad asciende al 96 por ciento en el caso de la vacuna de Pfizer y al 92 por ciento en el caso de AstraZeneca.
Hemos visto incluso que vacunas que aún están terminando sus ensayos clínicos en fase 3, como la de Novavax, muestran eficacia alta incluso contra la, hasta hace unos meses, “apocalíptica” variante sudafricana. Y datos de hace unos días sugieren que espaciar en el tiempo las dosis de la vacuna de AZ podría ser una estrategia válida para aumentar la generación de anticuerpos neutralizantes contra el SARS-CoV-2, incluyendo la variante Delta.
Por tanto, la prontitud con la que vacunemos al mayor número de personas, incluyendo los más jóvenes, es vital para evitar fallecimientos por la variante Delta y por cualquier otra, ya que las vacunas de las que disponemos, con pauta completa en el caso de aquellas de doble dosis, ofrecen una alta protección.
Además, vacunar reduce la circulación de virus. De hecho, datos recientes confirman que el hecho de no vacunarse duplica el riesgo de contagio dentro de los hogares. Es más, proporcionan una inmunidad que parece a día de hoy muy duradera en el tiempo.